El
siguiente capítulo habla de amor…
En
la guerra, lo único personal es el amor. Lo demás es común, incluida la muerte.
¿Qué
me sorprendió? Pues que del amor ellas hablan con menos franquea que de la
muerte. Me doy cuenta de que no lo dicen todo, como si intentaran protegerse,
cada vez surge un límite donde se detienen. Vigilantes, defienden ese límite.
Entre ellas existe una especie de acuerdo secreto: más allá está el espacio de
lo prohibido. Se baja el telón. ¿De qué se defienden? Está claro: de las
calumnias y las ofensas de la posguerra. ¡Lo que les tocó sufrir!...Después de
la guerra tuvieron que luchar en otra guerra, no menos terrible que aquella que
habían dejado atrás. Si alguna de ellas se atrevía a ser franca más allá del
límite, si a alguna se le escapaba una confesión desesperada, a ello le seguía
siempre una petición: <<Oculte mi apellido>>, o bien <<En
aquel tiempo, de eso no se hablaba en voz alta…Se consideraba obsceno…>>.
Escuché de lo más romántico a lo más trágico.
[…]
<<Mi
primer beso…
>>El
subteniente Nikolái Bielojvóstik…Ay, me he puesto roja, y eso a pesar de que
estoy hecha una abuelita. Entonces era muy joven. Muy joven. Creía que…A nadie,
ni siquiera a mi mejor amiga, le confesé que estaba locamente enamorada.
Locamente. Era mi primer amor… ¡O tal vez el único! ¿Quién sabe?...Yo creía: “Nadie
de la unidad sospecha nada.” ¡Antes nadie me había gustado tanto! Si alguno me
gustaba no era lo mismo, era menos. Y él… Hacía mis cosas y pensaba en él
constantemente, a cada minuto. Ese…Ese era amor verdadero. Lo sentía. Todos los
síntomas…Ve, ya me he vuelto a poner roja como un tomate…
>>En
su entierro…Yacía sobre una capa militar de lona, le acababan de matar. Nos
encontrábamos bajo el fuego alemán. Había que enterrarlo de prisa…En ese mismo
momento…Vimos unos abedules añejos, elegimos uno, estaba más allá de un roble
grande. El abedul más alto. Allí…Traté de recordar los detalles para después
poder regresar y localizar su tumba. Cerca había una aldea, la carretera se
bifurcaba… ¿Sería posible acordarme? ¿Cómo lo lograría sien ese mismo momento
estaba viendo que uno de los abedules comenzaba a arder?... ¿Cómo? Había llegado
la hora de despedirnos de él…Me dijeron “¡Tu primera!” El corazón me dio un
salto, comprendí… que… todos sabían de mis sentimientos. Todos lo sabían…Tuve
un pensamiento fugaz: ¿tal vez él también lo sabía? Allí estaba…Dentro de nada
le bajarían al foso…Le cubrirían de arena…Pero me alegró enormemente pensar que
tal vez él lo sabía. ¿Y yo le había gustado? Como si todavía estuviera entre
los vivos y pudiera responderme… Me acordé de que en Nochevieja me había
regalado una chocolatina alemana. Tardé más de un mes en comérmela, la guardaba
en un bolsillo.
>>Toda
mi vida he vivido con ese recuerdo… Aquel instante… Las bombas caían…Él…tendido
sobre aquella capa militar… Ese momento… Y yo tan alegre… sonreía para mis
adentros. Parecía una chiflada. Me alegraba porque él, quizá, sabía mi amor…
>>Me
acerqué y le besé. Antes no había besado a ningún hombre…Era mi primera vez…>>
Liubov Mijáilnovna Grozd,
técnica sanitaria.
<<Quiero
hablar de…Quiero decir que en la guerra viví una experiencia emocional muy
bella. No existen palabras capaces de transmitir la admiración con la que nos
trataban los hombres. Dormíamos en la misma covacha, compartíamos los lechos,
salíamos juntos a las misiones y, cuando tenía frío, cuando estaba tan helada
que sentía que me congelaba el bazo, que se me congelaba la lengua, y que un
poco más me desmayaba, yo decía: “Misha, por favor desabróchate la pelliza,
caliéntame.” Él lo hacía: “¿Qué, estás mejor?” “Si.”
>>Nunca
más he vuelto a vivir nada igual. Cuando la Patria corría peligro, no se debía
de pensar en ciertas cosas personales.
>>__Pero
¿había amor?
>>__Si,
lo había. Lo vi muchas veces… Discúlpeme, a lo mejor me equivoco y lo que
pienso no es lo más normal. En el fondo de mi alma yo lo reprobaba, seguramente
no era el momento más adecuado para el amor. Nos rodeaba el mal. El odio. Me parece
que muchos compartían mi opinión…
>>__
¿Cómo era usted antes de la guerra?
>>__
Me gustaba cantar. Me gustaba reír. Quería ser piloto. En cuanto al amor… ¡Ni
pensarlo! No era lo más importante para mí. Lo primordial era la Patria. Ahora
pienso que éramos unos ingenuos…>>
Elena Víktorovna Klenóvskaia,
guerrillera.
<<Una
vez, después de un concierto…Fue en un hospital de evacuación muy grande… Se me
acercó el médico en jefe y me pidió: “Tenemos un paciente muy grave, es un
tanquista, está en una habitación individual. Prácticamente no reacciona ante
nada, tal vez le ayude su canción.” Fui a la habitación. Toda mi vida recordaré
a ese hombre que había salido de milagro de su tanque en llamas. Las quemaduras
le cubrían todo el cuerpo. Estaba tendido en una cama, inmóvil, su rostro sin ojos
era completamente negro. Sentí un nudo en la garganta, me costó unos minutos
dominarme. Luego comencé a cantar en voz baja…Vi de pronto que el rostro del
herido se movía ligeramente. Susurró algo. Me incliné y escuché: “Cante más…”
Canté más y más, todo mi repertorio, hasta que el médico me dijo: “Creo que se
ha dormido…”>>
Lilia Aleksandróvskaia,
artista.
***Tomado
de: Alexiévich, Svetlana, La guerra no tiene rostro de mujer. Editorial Debate.
Fragmento tomado del Capítulo: “Una mirada, una sola” pp: 261-286, México,
2015.
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