Macanudo de Liniers

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"¿Y si no fuésemos otra cosa que los brazos de una voz?" Decir. Maliyel Beverido

lunes, 23 de mayo de 2016

Hans Litten: El hombre que humilló a Hitler


Hans Litten (1903-1938)


En las cortes de Berlín, en 1933, el rostro de Adolf Hitler era de un intenso color rojo. Y es que el futuro líder nazi no estaba acostumbrado a esta clase de escrutinios.

Sin embargo, ahí estaba, siendo interrogado por alguien que representaba todo lo que él denostaba; un inteligente, fiero y radical joven abogado judío llamado Hans Litten, quien era, mucho antes de confrontar al dictador, un acérrimo anti-nazi.

El joven pedía a Hitler explicaciones por la violencia ejercida por su grupo paramilitar. Cuando Litten le preguntó por qué su partido publicó una invitación a derrocar el estado, Hitler perdió la compostura.

"Esa afirmación no tiene ninguna evidencia que la soporte", gritó.

El modo en que Litten contradice el argumento de que el movimiento Nazi era pacífico y democrático hizo que el abogado se convirtiera en objeto de una brutal persecución. Él fue uno de los primeros oponentes políticos del führer, perseguido una vez que el partido Nazi ascendió al poder. Incluso mucho después de ganar las elecciones, Hitler no podía soportar que se pronunciase su nombre frente a él. A pesar de ello, poco se sabe de la figura de Litten.

En 1931, Litten logró que se levantaran cargos criminales contra cuatro miembros del grupo paramilitar del partido Nazi (SA), después de que estos atacaran una sala de baile frecuentada por comunistas, matando a tres personas.

Hitler respondiendo a Litten. Foto histórica.
Litten llamó a Hitler al banquillo de los testigos, con el fin de poner de manifiesto la estrategia nazi de derrocar la democracia extendiendo el terror en las calles. Previamente, Hitler aseguró a los votantes de clase media que las SA eran una organización dedicada a "ilustración intelectual".

En mayo de 1931, Litten desmontó por más de tres horas este argumento a través de un detallado cuestionario.

Al principio, Hitler insistía en que estaba comprometido a cumplir la ley al cien por cien, pero su compostura empezó a quebrarse cuando Litten le preguntó por qué entonces había venido acompañado por hombres armados.

-"Esto es una locura", gritó el líder nazi.

Pero el tiro de gracia vino cuando le preguntó por qué el partido Nazi había publicado un panfleto de Joseph Goebbels, el jefe propagandista de Hitler, que prometía que el movimiento iba a "hacer una revolución" y "enviar al parlamento al diablo" usando los "puños alemanes".

Litten denunciando lo terrible del pensamiento y acciones nazis
Cuando Litten le pregutó cómo estas afirmaciones podían entenderse como un compromiso con la legalidad, Hitler empezó a "buscar compulsivamente una respuesta", según reportaron periódicos de entonces.

En 1931 muchos alemanes ya sabían que las SA eran brutales grupos de matones callejeros, explica. Hitler mismo estaba acostumbrado a los fuertes ataques de sus oponentes.

Pero, según cuenta, el meticuloso y cuidadoso interrogatorio de Litten lo tenía todo para enfurecer al führer.

Lo que volvió a Hitler loco es que alguien le expusiera las evidencias de una forma metódica y calmada. Él odiaba el debate intelectual, prefería arengar a la masas o emplear un tono furioso. No era sólo por el hecho de que Litten fuera judío. Si uno quisiera imaginar el tipo de persona que Hitler odiaría, él lo era.

El juicio fue muy publicitado y convirtió a Litten en una figura odiada por la prensa nazi.
Cuando Hitler creció en popularidad y aumentaban sus posibilidades de alcanzar el poder, los amigos de Litten le recomendaron abandonar Alemania, pero éste se negó. "Millones de trabajadores no pueden irse", dijo, "así que debo estar aquí también".

Cuando Hitler ascendió al poder, Hans Litter fue detenido y enviado a un campo de concentración.
La noche del 27 de febrero de 1933 fue la del incendio del Reichstag, la sede del parlamento alemán. El gobierno nazi, decretó que se trataba de un atentado perpetrado por comunistas, desató de inmediato una oleada de detenciones de dirigentes y profesionales de izquierdas, así como de funcionarios, intelectuales y artistas simpatizantes o sospechosos de simpatizar con el comunismo. Una de las primeras víctimas de las redadas fue Hans Joachim Litten, joven abogado de ascendencia judía por parte paterna y cristiana por parte materna, quien en los años finales de la República de Weimar había adquirido notoriedad como pacifista y abogado defensor de acusados comunistas en una serie de juicios penales, comunes en días de violentas reyertas callejeras. En el más sonado de estos litigios, ocurrido en 1931, Litten sometió a un Adolf Hitler convocado en calidad de testigo a tan áspero y prolongado interrogatorio que el líder nazi admitió “sentirse crucificado”.  Hay pruebas de que la detención y permanencia en el sisitema penitenciario de Litten fue decidida por Hitler, como venganza, por ser un denodado adversario del nazismo y el militarismo. 

Nacido en 1903 en Königsberg, Prusia Oriental, Litten adquirió bajo la presión de su padre, Fritz, una formación profesional en total disconformidad con sus intereses personales. Para consternación de su progenitor, Litten despreció desde temprana edad los oropeles de la holgada posición familiar (la suntuosa residencia de los Litten fue uno de los faros de la alta sociedad de Königsberg), y a su activo antielitismo añadió una atracción por la religión y las tradiciones judías, una pasión por las artes (que hizo de él un verdadero erudito en la materia) y, en política, un radicalismo tal que él mismo decía colocarse “a la izquierda del partido comunista”.

El vehemente estilo profesional de Litten, que rozaba los límites de lo por  entonces permitido –y en ocasiones los traspasaba, con las consiguientes medidas disciplinarias-, ilustra un afán de reivindicar la independencia y el poder del abogado defensor, no menos que la voluntad de oponerse al continuo declive del imperio de la ley en aquella Alemania. Pocos alemanes habían combatido dicho declive con mayor denuedo o de manera más visible que Hans Litten. Ninguno pagó un precio más alto por la derrota.

Pronto los nazis obtuvieron el control del país y, cuando el nuevo régimen usó el fuego de Reichstag en 1933 como excusa para suspender las libertades civiles, Litten fue uno de los primeros en ser detenido.

Durante los siguientes cinco años, fue retenido en diversos campos de concentración, incluyendo Sonnenburg, Dachau y Buchenwald.

Fue objeto de un tratamiento brutal por parte de los guardas, quienes sabían de la antipatía de Hitler.
No obstante, durante su confinamiento miles de reclusos lo admiraron por el buen trato que éste tenía hacia ellos y su insistencia por guardar su dignidad intacta.

Cuando los guardias del campo pidieron que hicieran una representación para celebrar el aniversario nazi, Litten leyó un poema llamado "los pensamientos son libres".***

Los pensamientos son libres,
¿Quién los puede apresar ?
Vuelan más allá
Como sombras nocturnas.
Ningún ser humano puede conocerlos,
Ningún cazador puede dispararles,
ellos se quedan allí:
¡Los pensamientos son libres!
Yo pienso lo que quiero
y lo que me hace feliz,
Todo en silencio
y como venga.
A mis deseos y experiencias
no me los pueden quitar,
Quedan allí:
¡Los pensamientos son libres!
Aunque me encierren
en un calabozo obscuro,
Siguen siendo inmortales obras
Porque mis pensamientos
destrozan las barreras
y a los muros en dos parten:
¡los pensamientos son libres!
Ahora tampoco quiero
atarme por el amor
ni quiero encadenarme tampoco.
Se puede reír y bromear desde el corazón
Y pensar entonces que:
¡Los pensamientos son libres!

Dotado de una inteligencia y una memoria prodigiosas, de natural inconformista y reacio a doblegarse a las ortodoxias intelectuales, Litten era hombre complejo que lo volvía retraído en las relaciones sociales, adorado por sus amistades y temido como aborrecido en el ejercicio de la abogacía. Aunque trabajaba para Auxilio Rojo, entidad dependiente del partido comunista alemán que proveía asistencia legal a reos comunistas, Litten se negó a militar en el partido y fue siempre muy crítico tanto de éste como de la Unión Soviética. 

Como abogado defensor establecido en Berlín practicó un estilo tan agresivo que se hizo odiar por jueces y fiscales, pero también por los nazis, en cuya prensa fue continuamente vilipendiado y amenazado. Una vez hundido en el sistema concentracionario nazi, Litten se abocó a profundizar en su heterodoxa religiosidad y, cuando se recuperaba de las brutales sesiones de tortura, al estudio de los clásicos de la literatura, el arte medieval y las artes modernas. Litten, prodigó sus conocimientos entre sus compañeros de reclusión y concibió una variedad de proyectos de publicaciones, incluyendo un estudio sobre literatura medieval. Mientras tanto, su madre y sus amistades hacían lo posible por obtener su liberación; sus dos mejores amigos, el matrimonio Fürst, cayeron en prisión a raíz de un frustrado plan de fuga. El “caso Litten” atrajo la atención de la prensa extranjera y desde Inglaterra surgió una campaña de presión que, por desgracia, se estrelló contra las prioridades de la política británica de apaciguamiento. 

Finalmente,Tras padecer un calvario de arbitrariedades y torturas, Litten,  quebrantado en cuerpo y alma, sabedor de que nunca acabaría el rosario de tormentos, se quitó la vida. En febrero de 1938, en el campo de concentración de Dachau, no pudo soportarlo más y se suicidó ahorcándose en su celda. Tenía 34 años y para ese entonces, ciego de un ojo, con el rostro desfigurado, con multiples cicatrices de fracturas en piernas y huellas de tortura, sobrevivía, después de haber sido de sus libros de literatura y arte, volcado a los poemas que guardaba en su memoria, los cuales les recitaba a los presos afirmando que era lo único que los nazis no le podrían quitar.

A la caída del régimen nazi, la reputación de Litten como némesis de Hitler se reavivó. Una placa en Berlín se dedicó al joven abogado en 1951 y la Asociación de Abogados de Berlín decidió llamarse Asociación Hans Litten, después de la reunificación alemana.

Con todo, además de condolernos de su inclemente martirio, bien puede valorarse la valentía de un hombre que procuró contrarrestar la marejada nazi y que hizo causa común con los pobres y los débiles, y que confrontó una maquinaria judicial políticamente sesgada. La Alemania actual homenajea su memoria: una calle en Berlín lleva su nombre, lo mismo que la sede del Colegio Federal de Abogados, la Casa Hans Litten, sita en dicha calle. También se otorga en ese país, desde 1988, un Premio Hans Litten a abogados que se han distinguido por su labor profesional en favor de los derechos humanos.



***"Die Gedanken sind frei" ("Los pensamientos son libres") es una canción alemana. La letra y melodía están recogidas en el Lieder der Brienzer Mädchen (Canciones para chicas de Brienz), editado en Berna, Suiza, en 1780. Se trata de una obra anónima. Es recordado principalmente debido a que fue recitado por Hans Litten, abogado antinazi que litigó contra dicho régimen, lo cuál, finalmente, le costó la vida. Hans Litten dijo en voz alta este poema desde su encierro, poco antes de quitarse la vida, en el campo de concentración de Dachau, Alemania, durante el festejo del cumpleaños número 46 de Adolf Hitler.

5 comentarios:

  1. Pocas veces se puede aplicar mejor a alguien aquella frase que dice que nadie muere si lo tienes en tu recuerdo
    Honor y verdad para los Abogados valientes

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. El canto a la libertad de pensamiento, de palabra y de acción es infinito.

    Carlos Lucio Acosta, periodista.
    carloslucioacosta@gmail.com

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  4. Abogado de mente brillante,integro,valiente he inclaudicable,solo comparable a otro gran Abogado FIDEL CASTRO RUZ.

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  5. Con todo el respeto que merece cualquier persona, es abominable su opinión, que compara a un héroe con un vil asesino; a un pensador con un populista de estilo hitleriano; a un hombre que buscaba la libertad con otro que se la robó a millones de personas; a una víctima con un criminal. Pero también lo es su ortografía. Cuídese y no se fíe: todavía quedan hombres libres que siempre estarán dispuestos a devolverles sus golpes con palabras.

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