Macanudo de Liniers

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"¿Y si no fuésemos otra cosa que los brazos de una voz?" Decir. Maliyel Beverido
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lunes, 30 de julio de 2018

El llanto del Hudson




El llanto del Hudson

Xóchitl Salinas Martínez

“Las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río. Si están ahí es para que podamos llegar a la otra orilla, la otra orilla es lo que importa.” José Saramago

Hudson (2018, Editorial Nazarí), el más reciente poemario de Xánath Caraza, cuenta nuevamente con la traducción de Sandra Kingery con quien la autora ya suma años de formar un sólido equipo de trabajo que permite a sus libros llegar a más lectores y esta vez lo hacen como tejedoras de historias a través de los 50 poemas que lo conforman. El bilingüismo, español-inglés, que siempre ha sido fundamental para ambas, en este libro se vuelve vital pues al hablar de la condición migrante en Estados Unidos, en la zona que rodea al Río Hudson, sabemos que muchas de esas historias se respiran en español. Así, dentro del cuerpo principal, los poemas nos ofrecen un tema en específico: la situación de los migrantes teniendo al Río Hudson como mudo testigo de sus destinos; pero Xánath nos quiere dar más, por eso, dentro del continente poético, se suman otras dos lecturas o voces -señaladas en negritas y en cursivas- que potencian, crecen y trifurcan su contenido. El libro se multiplica en brazos como el mismo río. Hudson es tres libros en uno o es incluso más, pues se deja abierta la interacción lúdica de quien lee y se apropia los poemas. El lector tiene un papel fundamental en este poemario, se vuelve protagonista porque siente muy de cerca las palabras pero también lo hace suyo, no sólo siguiendo la propuesta sino buscando y encontrando otras nuevas.

En Hudson, la voz poética de Caraza se vuelve ancestral.  Xanath Caraza hace un homenaje a las elegías griegas y la actualiza mostrándonos una realidad avasallante. Es una travesía, guidada por Caronte, mientras vemos a los espíritus vistos en forma de cantos que se van transformando en gritos de denuncia y es, también, el coro que no permite que olvidemos su mensaje. El Río Hudson se convierte en el Río Aqueronte contemporáneo.

El tiempo se fractura
con la corriente y
Caronte abre los brazos.[1]

De tal forma,  Xánath Caraza transforma sus tres propuestas de lectura antes referidas, en vasos comunicantes, en afluentes mismos del Hudson con sus distintas densidades. Las palabras resaltadas en negritas se transforman en una oda al agua como parte fundamental de la creación, de ahí que sea una suerte de hagiografía de la vida. Las señaladas en cursivas, por su parte, hacen la función de coro dentro de esta la tragedia moderna. La lectura total de los poemas nos confronta con el problema, con la desgracia y el desamparo; es ahí donde la preocupación se transforma en una crítica social y política respecto a trato y lo que enfrentan los migrantes latinoamericanos, no sólo en esa parte del país, sino en todo Estados Unidos. El poemario Hudson se transforma en un enorme espejo que nos muestra una realidad avasallante:

2017, 2018: En el Hudson se ahogan los sueños de quienes se dejan la vida en empleos mal pagados, muchos de ellos, ilegales. El Hudson se lleva la ilusión del migrante, que sin importar sexo o edad, vive continuamente la discriminación por el tono de su piel, por su lugar de procedencia, por su idioma materno. Para muchos de ellos, el Hudson, se transforma en ese recuerdo/pesadilla que creían haber dejado atrás: su cruce por el Río Bravo, en el sur del país al que llamaban, cuando aún se encontraban su lugar de origen,  “el de los sueños”.  Ya desde el nacimiento oficial del río, muestra uno de sus destinos,  Tear of the Clouds – el lago está ubicado en los montes Adirondacks-. Por desgracia, aunque siempre ha sido una realidad palpable con periodos de terrible oscuridad, desde el inicio de la campaña del actual presidente, se ha convertido en una verdad cruenta que agrede a cada paso, que humilla, que se vuelve mortal. Ha vuelto a liberarse el monstruo de las mil cabezas. Recordemos que, al Río Hudson, también lo conocemos como el Río del Norte o el Río Anegado, y forma parte de la frontera entre los estados de Nueva York y de Nueva Jersey. Frontera, aunque interna, cumple su función: divide. El Río Anegado, se ha vuelto el símbolo de quienes anegan los derechos humanos de un enorme sector. Y aunque su tránsito comercial es muy importante, me atrevería a decir que fundamental para la economía del país; no nos permite olvidar que, también, traza una divisoria entre lo que es marginal y lo que no lo es. Aunque su nombre evoca el progreso a través del comercio -debe su nombre a  Henry Hudson un comerciante inglés que trabajaba para Francia y Holanda y que exploró el río en 1609-, sus fuertes mareas hacen que partes del puerto de Nueva York sean difíciles y hasta peligrosas para la navegación. Esas mareas se convierten en un símil con lo que ocurre a nivel social,  pues se humaniza y se integra en la vida cotidiana. El Río del Norte es, para muchos,  un vecino agradable pero, también, a veces, como en invierno cuando los bloques de hielo flotan por sus aguas se convierte en una especie de testigo y, a veces, hasta de border patrol agent. El sonido de sus aguas, su voz, parece interpretar un canto dulce y asimismo, por momentos, un canto tortuoso, desgarrado que nos cuenta sobre el naufragio de los sueños de tantos y tantos.  

Es el dolor de un pueblo
el que se desliza en
la sangre de la tierra.
Acantilados bermejos
contienen la angustia
y las rítmicas palpitaciones.[2]


Xánath Caraza escribe desde la preocupación y el asombro al entrever que, a pesar del movimiento frenético y brillo que parece recubrir a la ciudad de Nueva York, tiene otras rostros, por un lado, el sometimiento de un gran sector de sus ciudadanos que se  que se deja llevar por la inercia y la apatía, que se somete de forma callada y automática a su cotidianidad laboral; otra de ellas, que contrasta con los rascacielos, es la ira enmarcada en el rostro y las acciones de sectores recalcitrantes que han encontrado un impulso en el pensamiento manifiesto de quien gobierna la nación como si fuera Hades.

La ciudad avanza con luces y corazones vacíos.
La oscuridad cubre el refulgente camino,
no queda nada ni siquiera el destello del agua.[3]

La personificación del Río Hudson  es el de ira, su corriente es su sangre, que a veces susurra y otras, grita pero siempre escucha.  La autora, poema a poema, conversa con él, crea un vínculo de comunicación constante, lo convierte en alguien cercano pero también reconoce su poder ancestral:

Fluye, celestial palabra,
agua de río y vida del
vientre de la tierra.[4]

El infierno crece: el pasado mayo, el día 6, se impulsó “Tolerancia cero”, una política que separa a los niños de las familias de migrantes ilegales creada para atemorizar a los llamados Dreamers y tratar así de reducir el flujo migratorio. En sólo 6 semanas, según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés), se separaron a cerca de 2,000 menores de su familia. Básicamente, “Tolerancia cero”,  consiste en que las familias que llegan a la frontera sur, de forma ilegal provenientes, en su mayoría, de Guatemala, El Salvador y Honduras, sean procesadas en cortes federales criminales. Como los niños no pueden ser retenidos, son reclasificados como “niños sin acompañante” y van a parar a refugios, que en realidad parecen prisiones,  gestionados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos.

Trueno apasionado,
el agua y el viento
escarifican la piel de la tierra.
Sangra el silencio,
el agua corre y la tierra
pulsa contenidos deseos.[5]

Fue hasta mediados del mes de junio, cuando la noticia dejó de susurrarse y se mostró al mundo que se horrorizó ante las historias de niños arrancados de los brazos de sus padres y padres que no pudieron saber dónde habían llevado a sus hijos y las imágenes que mostraban a niños llorando aterrorizados mientras eran puestos en jaulas con colchonetas en el piso y con la luz permanentemente encendida. Las imágenes que conmocionaron a la humanidad se vivieron en Texas en un sitio es que conocido popularmente como “la perrera”. Si bien en las noticias, se enfocaron en los denominados refugios ubicados en el sur, estos están distribuidos de costa a costa y de frontera a frontera incluyendo, por supuesto, las áreas cercanas al Hudson. En total existen 86 centros llamados de cuidado infantil en todo el país, de los cuales nueve funcionan como centros de seguridad, tres como centros de terapia para niños con padecimientos psiquiátricos o psicológicos y los otros 74 como refugios temporales. La controversia aumentó tras conocerse una serie de videos que mostraban a niños, incluso de tres años, acudiendo solos a los juzgados a declarar sin siquiera saber lo que es un abogado y sin hablar o comprender el inglés.


La voz de las fábricas,
de metales que cortan
el Hudson, abren las venas,
entierran la dura realidad.

Los poetas están de luto.
La luz del agua se graba
en las yemas para que
la historia no sea olvidada.[6]


La polémica internacional sobre el abuso en contra de los inmigrantes indocumentados, que separaba a los menores de sus padres cuando eran detenidos por las autoridades migratorias, aún continúa en boca de todos pese a que dicha práctica fuera revocada debido a las exigencias nacionales e internacionales. La controversia sigue viva al comparar estas medidas con las ya vividas durante la segunda guerra mundial por los gobiernos fascistas.

No hay rincón de la ciudad
que no escuche venir el fuego.
Se acerca el caos a los edificios,
la angustia de la gente en el aire.
La corriente se llena
de sangrantes metales
y con ella se traga la noche.[7]

Ante tanto dolor, por lo la infancia vejada y herida, por el sufrimiento padecido por las víctimas inocentes, la voz poética de Xánath Caraza lanza una oración para el Hudson, le insta a que, con sus aguas, borre todo este calvario vivido por los inocentes. La autora le pide al río que limpie el mal con sus caudales,  que se establezca como fuente de vida y se lleve consigo las pesadillas para poder cerrar o, mínimo, encapsular, este periodo oscuro y abra paso, de nuevo, a la esperanza:

Medita en este navegar mecánico.
No queda nada,
solo el angustiante ulular del viento
antes de llegar al agua.
Tiemblan las suaves manos
al escribir, son las dueñas de
los pensamientos salvajes,
de la ira de los oprimidos.
Agua del Hudson:
despierta y desenraiza
el dolor: las pesadillas
de niñez que se hacen realidad.[8]


[1] Caraza, Xánath. Hudson. Traducción: Sandra Kingery. Editorial Nazarí. España, 2018. pp: 16.
[2] Op. cit. pp: 32
[3] Op. cit. pp: 26
[4] Op. cit. pp: 24
[5] Op. cit. pp: 38
[6] Op. cit. pp: 36
[7] Op. cit. pp: 40

lunes, 23 de julio de 2018

Natalia Litvinova lee un poema de Siguiente vitalidad

Natalia Litvinova lee un poema de «Siguiente Vitalidad» from Libros Tadeys on Vimeo.

Ecos de la memoria




La última cintura


Después de años de planos trazados a la perfección,

mi madre terminó remendando ropa ajena.

Un día llegó Juan con su leucemia.

Trajo pantalones para achicar. Estaba perdiendo peso.

Cada vez que venía, yo me tapaba la boca.

Quería arrojarme sobre su cuerpo.

Cinco pantalones reducidos para las cinco versiones

de su cintura. Juan, eras blanco cal,

la luz desperdiciada en la dimensión de tus ojos,

tus labios como si toda tu sangre se congregara allí.

La última vez que te vi trajiste el sexto pantalón

y lo destrocé sollozando hasta quedarme dormida.

A la mañana siguiente encontré a mi madre

con los ojos cristalizados, detrás de la máquina de coser,

iluminada por los débiles rayos del sol.

Al lado de toda esa ropa arrugada, indecente, sin dueño.

*

Un día se inició el olvido




Las partículas de tu rostro

comenzaron a desintegrarse.

Ahora todos los hombres

te retienen en sus rasgos.

Tus gorros roídos por las polillas

y los guantes deformes

por la ausencia de manos.

Un día todos los hombres

que caminaban bajo la lluvia

estuvieron hechos

a la medida de tu cuerpo.

Ya no recuerdo cuán ancha la espalda

o cuán suave la tela del abrigo,

un día el olvido comenzó,

estaba sola en el andén

y las puertas del vagón

se cerraban y se abrían

como si ingresara

una multitud de fantasmas.

La luz de la luna oscilaba

como un farol y las estrellas

parecían colmillos

de un animal al acecho.

Cesaron mi infancia y tu vejez

pero tu voz no,

campana indestructible,

trina en mi sien,

enferma de misterio.
*


Doma




¿Qué hacen los hombres de mi pasado,

qué ciudades destruyen? Cuando un caballo sin jinete

atraviesa el campo, veo en su mirada que lo han domado.

¿Qué hacen lejos de mí? ¿Y por qué los busco

en los ojos de los animales?



 *

La piel no se renueva


Enamorada y sola

voy a arrancar mi corazón

de la lluvia

y lo voy a nutrir 

*

La piel no se renueva, recuerda.

Es corteza de un árbol tatuado con una navaja

o el caparazón de un grillo que se raspó contra la amapola.

Soy un sol blanco que rueda por el desierto,

y los hombres me miran cubriéndose la cara.


*

Lloramos para interrumpir

el desierto de los ojos
así como indagamos la vida
para descansar de la muerte.
Los recuerdos que oculto

terminarán aullando.

*

¿Madre, te acuerdas de los niños

que lanzaban piedras a nuestra casa?

¿Por qué no les dijiste que sus sueños

caerían con más violencia? 

*

Soy el bolsillo expuesto de mi cuerpo.

Los días como una tijera.

Despierto y digo en voz alta la oración

de mi abuela analfabeta

y corto el miedo con mi lengua.


 *

Chernóbil 


Hay días blancos y días negros,

antes de mi nacimiento un día negro explotó,

y mi abuelo no vio más colores. Los sobrevivientes

pudieron escribir su nombre en la ceniza y volver

a la oscuridad del hogar.




*Nacida en Gómel (Bielorrusia) en 1986, Natalia Litvinova es poeta, editora y traductora. Ha publicado Esteparia, Balbuceo de la noche, Grieta, Rocío animal, Todo ajeno, Cuerpos textualizados, Cesto de trenzas y está por presentar su más reciente poemario Siguiente vitalidad.

 Junto con Javier Galarza. Compiló y tradujo las antologías El ruido de la existencia (2013) de los poetas rusos Vladislav Jodasevich y Serguéi Esénin; y El espejo equivocado (2013) de Cherubina de Gabriak. Actualmente imparte talleres presenciales y virtuales acerca de la historia de la poesía y la producción de textos. 

martes, 30 de enero de 2018

Clarísima, Claribel



El día 25 de Enero, murió en Managua, Nicaragua,  la gran  poeta Claribel Alegría. Como pequeño homenaje comparto un par de poemas suyos. Descanse en paz.

Sólo cuando me amas
se me cae esta máscara pulida
y mi sonrisa es mía
y la luna la luna
y estos mismos árboles
de ahora
este cielo
esta luz
presencias que se abren
hasta el vértigo
y acaban de nacer
y son eternos
y tus ojos también
nacen con ellos
tu mirada
tus labios que al nombrarme
me descubren.
Sólo cuando te amo
sé que no acabo en mí
que es tránsito la vida
y que la muerte es tránsito
y el tiempo un carbúnculo encendido
sin ayeres gastados
sin futuro.
*
Quiero entrar a la muerte
con los ojos abiertos
abiertos los oídos
sin máscaras
sin miedo
sabiendo y no sabiendo
enfrentarme serena
a otras voces
a otros aires
a otros cauces
olvidar mis recuerdos
desprenderme
nacer de nuevo
intacta.


Claribel Alegría

Claribel Alegría falleció este jueves, 25 de Enero del 2018, a los
93 años de edad. 

sábado, 14 de octubre de 2017

Yo soy mi casa



Carta a casa

Caroline Hartge

Siempre hemos vivido junto a los árboles
y los árboles lo vivían junto a nosotros
de día recorríamos el pueblo
tal y como de noche dormíamos sobre sus esteras:
descalzos
y la rafia de ramas podridas
era fría y mullida bajo nuestros pies
fría y mullida; las piedras no las sentíamos
éramos más pequeños y vivíamos cerca del agua
hacíamos señas a nuestros amigos de la otra orilla
y nuestros amigos respondían con las suyas
teníamos nuestros cuerpos
que no eran nunca impuros

las palabras de nuestra lengua
aquí suenan bárbaras (así las llaman quizás)
y nadie quiere entenderlas
sus rostros tan férreos y desconsolados
sus fiestas sin diversión sus cuerpos sin sangre
aquí no ves rezar a nadie
creo también que odian a los árboles
porque son más grandes y viven de modo diferente
las voces de los amigos al TE-LÉ-FO-NO
pero no se les ve haciéndose señas ni sonreír
y a los pájaros no les he oído aquí ni una sola vez

nada ha permanecido igual
ni siquiera la luna
para nosotros era la rodaja de una calabaza madura amarilla y grasienta
aquí es sólo la pálida escama de un pez moribundo
enjuagado en el arroyo de la calle con un barreño de agua
una mancha en el cielo.


***

Soy la misma casa

Caroline Hartge

Soy la misma casa
y soy las llamas que la consumen
y soy
lo que no se pierde
pues se lleva consigo
mis pies son mi única carga
soy una piedra bajo la tierra

Soy el graznido de la urraca
y su balanceo en la rama más alta
y soy
un rey que no mira con admiración
ni con desdén
todos son reyes
soy una piedra bajo la tierra

soy la inclinación del metro en la última curva
y soy el chispeante canto de las ruedas
y soy
la única parada que descansa
que no niega puertas cerradas
no sacudo reja ni verja
soy una piedra bajo la tierra

soy dos gatos atigrados, jóvenes y grises
y la bola de papel de plata que sus zarpas empujan
y soy
el ruido de sus zarpas sobre la bola y las baldosas rojas
más silencioso que el aliento
y que más rápido se va
soy una piedra bajo la tierra.



Caroline Hartge. (Alemania, 1966) Estudió Lengua Inglesa, Literatura Española y Geografía. Editora, traductora, escritora.