Macanudo de Liniers

Macanudo de Liniers
"¿Y si no fuésemos otra cosa que los brazos de una voz?" Decir. Maliyel Beverido

lunes, 23 de julio de 2018

Ecos de la memoria




La última cintura


Después de años de planos trazados a la perfección,

mi madre terminó remendando ropa ajena.

Un día llegó Juan con su leucemia.

Trajo pantalones para achicar. Estaba perdiendo peso.

Cada vez que venía, yo me tapaba la boca.

Quería arrojarme sobre su cuerpo.

Cinco pantalones reducidos para las cinco versiones

de su cintura. Juan, eras blanco cal,

la luz desperdiciada en la dimensión de tus ojos,

tus labios como si toda tu sangre se congregara allí.

La última vez que te vi trajiste el sexto pantalón

y lo destrocé sollozando hasta quedarme dormida.

A la mañana siguiente encontré a mi madre

con los ojos cristalizados, detrás de la máquina de coser,

iluminada por los débiles rayos del sol.

Al lado de toda esa ropa arrugada, indecente, sin dueño.

*

Un día se inició el olvido




Las partículas de tu rostro

comenzaron a desintegrarse.

Ahora todos los hombres

te retienen en sus rasgos.

Tus gorros roídos por las polillas

y los guantes deformes

por la ausencia de manos.

Un día todos los hombres

que caminaban bajo la lluvia

estuvieron hechos

a la medida de tu cuerpo.

Ya no recuerdo cuán ancha la espalda

o cuán suave la tela del abrigo,

un día el olvido comenzó,

estaba sola en el andén

y las puertas del vagón

se cerraban y se abrían

como si ingresara

una multitud de fantasmas.

La luz de la luna oscilaba

como un farol y las estrellas

parecían colmillos

de un animal al acecho.

Cesaron mi infancia y tu vejez

pero tu voz no,

campana indestructible,

trina en mi sien,

enferma de misterio.
*


Doma




¿Qué hacen los hombres de mi pasado,

qué ciudades destruyen? Cuando un caballo sin jinete

atraviesa el campo, veo en su mirada que lo han domado.

¿Qué hacen lejos de mí? ¿Y por qué los busco

en los ojos de los animales?



 *

La piel no se renueva


Enamorada y sola

voy a arrancar mi corazón

de la lluvia

y lo voy a nutrir 

*

La piel no se renueva, recuerda.

Es corteza de un árbol tatuado con una navaja

o el caparazón de un grillo que se raspó contra la amapola.

Soy un sol blanco que rueda por el desierto,

y los hombres me miran cubriéndose la cara.


*

Lloramos para interrumpir

el desierto de los ojos
así como indagamos la vida
para descansar de la muerte.
Los recuerdos que oculto

terminarán aullando.

*

¿Madre, te acuerdas de los niños

que lanzaban piedras a nuestra casa?

¿Por qué no les dijiste que sus sueños

caerían con más violencia? 

*

Soy el bolsillo expuesto de mi cuerpo.

Los días como una tijera.

Despierto y digo en voz alta la oración

de mi abuela analfabeta

y corto el miedo con mi lengua.


 *

Chernóbil 


Hay días blancos y días negros,

antes de mi nacimiento un día negro explotó,

y mi abuelo no vio más colores. Los sobrevivientes

pudieron escribir su nombre en la ceniza y volver

a la oscuridad del hogar.




*Nacida en Gómel (Bielorrusia) en 1986, Natalia Litvinova es poeta, editora y traductora. Ha publicado Esteparia, Balbuceo de la noche, Grieta, Rocío animal, Todo ajeno, Cuerpos textualizados, Cesto de trenzas y está por presentar su más reciente poemario Siguiente vitalidad.

 Junto con Javier Galarza. Compiló y tradujo las antologías El ruido de la existencia (2013) de los poetas rusos Vladislav Jodasevich y Serguéi Esénin; y El espejo equivocado (2013) de Cherubina de Gabriak. Actualmente imparte talleres presenciales y virtuales acerca de la historia de la poesía y la producción de textos. 

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