Juan Gelman |
Durante
su vida, el poeta Juan Gelman, combatió contra todo lo que le parecía mal. Fue
un artista comprometido con sus ideas, aun cuando las mismas generaran fuerte
controversia. En los años 70 formó parte de Montoneros. Como él, también su
hijo Marcelo militó en la izquierda.
En
1976, Marcelo y su esposa María Claudia García Irureta Goyena, de 19 años. Ella
estaba embarazada de siete meses cuando ambos fueron secuestrados el 24 de
agosto. Los restos de Marcelo aparecieron trece años después en un tanque de
200 litros en el río San Fernando. Claudia nunca fue encontrada. Según
testimonios, sus últimos pasos fueron en Uruguay, en una unidad de inteligencia
de Bulevar Artigas. Allí se la vio con su bebé en brazos. La verdad sobre la
menor se conoció a fines de la década de los 90 y principios de 2000.
La carta de Gelman mientras seguía buscando a su nieta
*En 1995, Gelman, había
escrito una carta a esa presunta nieta (o nieto) que tuvo gran repercusión en
los medios. El texto se convirtió en un símbolo de la lucha contra la impunidad.
Unos años después pudo conocer a Macarena, entonces de 23 años.
*Esta carta había sido
escrita cuando todavía no sabía que su nieto (o nieta) había podido nacer en
Uruguay. Se enteró de esa posibilidad a finales de 1998 y empezó sus trámites con
el presidente Uruguayo Julio María Sanguinetti en 1999.
Montevideo,
el 23 de diciembre de 1998
Dentro de seis meses
cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de
concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año,
asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de
distancia. Él estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo
que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al
campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y
los militares habían bautizado "el Jardín". Tu padre se llamaba
Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el
vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella-
cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de
algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y
fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido
militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces
una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados
esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con
alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años
desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En
cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con
cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de
tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa
certeza.
Me resulta muy extraño
hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o
mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la
Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me
pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado,
siempre me repugna la posibilidad de que llamaras "papá" a un militar
o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro
lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te
criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar
que, aun así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran,
no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino
por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de cómo se
apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.
También pensé todos
estos años en qué hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o
hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera
verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de
dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la
posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se
reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que
fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para
entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender
por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como
a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de
hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande.
Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí
están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con
precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.
Ahora tenés casi la
edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se
quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más
habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para
reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre
tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte
brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar.
Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya
sos grande, dije.
Juan Gelman y su nieta, Macarena Gelman. (2012) |
Los sueños de Marcelo y
Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe
dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos
color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro.
Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo
mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un
abuelo que te espera.
12 de abril de 1995
PD. Automotores
Orletti, como es notorio ya, fue centro de la Operación Cóndor en la Argentina.
Allí hubo tráfico de embarazadas y de niños secuestrados entre las fuerzas de
seguridad de las dictaduras militares del cono sur. Allí operaron represores
uruguayos. Mi nieta o nieto, ¿nació en algún centro clandestino de detención
del Uruguay?
5 de diciembre de 1998
**El primer encuentro entre abuelo y nieta fue en
un bar de la Plaza Independencia. Ella no sabía quién era ese hombre. Pero se
convirtió en una fuerte defensora de los derechos humanos, y adquirió la
nacionalidad argentina. La niña resultó ser era una joven de 23 años, estudiante
de química, que vivía una vida normal, alejada del ruido político. Vivía bajo
el nombre de Macarena Tauriño y era la hija de un matrimonio formado por un
policía con fuertes vínculos con la dictadura. Tauriño había muerto unos pocos
meses antes de que el presidente Jorge Batlle diera a luz pública el hecho.
Juan Gelman. |
Oración de un desocupado
Juan
Gelman
Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me
enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa
ahora,
no tiene que lavar,
limpiar, no tiene
que preocuparse andando
el día por la ropa,
no tiene que velar la
noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas,
rezongarte dulcemente.
Desde los cielos
bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre
en esta esquina,
que no sé de qué sirve
haber nacido,
que me miro las manos
rechazadas,
que no hay trabajo, no
hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este
zapato roto,
esta angustia, este
estómago vacío,
esta ciudad sin pan
para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia,
castigado por el frío, perseguido
te digo que no
entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné,
fui niño
y en cambio me golpean
y golpean,
te digo que no
entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no
tengo y voy
a agarrarme la rabia y
a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en
cuello
porque no puedo más,
tengo riñones
y soy un hombre,
bájate, ¿qué han hecho
de tu criatura, Padre?
un animal furioso
que mastica la piedra
de la calle.
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