A 15 años de su publicación, Nadie me verá llorar es una de las novelas más importantes de la literatura mexicana. Ha sido traducida a varios idiomas |
La obra transgenérica de Cristina Rivera Garza
incluye novela, cuento, poesía y ensayo. En su escritura, uno de sus recursos
más característicos es la interdisciplinariedad (literatura, historia,
psiquiatría, fotografía, por ejemplo) empleados en función del argumento y
dando como resultado un trabajo ficcional que se destaca al dotarlo de
cualidades únicas, convirtiendo a sus escritos en híbridos textuales.
Cristina Rivera Garza |
La autora
siempre ha manifestado su simpatía por el término escritura colindante, porque remite de manera inmediata a un
espacio de libertad creativa. Haciendo
uso de una prosa muy bien estructurada, la cual es aderezada por un lenguaje
poético que dota de gran belleza su trabajo; se desdibujan los límites entre lo real y lo imaginario; el sueño y la
vigilia, el sonido y el silencio, el día y la
noche, lo interno y lo externo, la memoria y el olvido, la lucidez y la locura,
el movimiento y la quietud del tiempo, la compañía y la soledad, el todo y la nada.
En lo
concerniente a su constelación poética, surgen
de manera recurrente espacios, que conforman una red de sentido, por ejemplo:
el mar, el desierto, el medio urbano y el rural. El paisaje va cambiando
conforme se desarrolla la trama, sin embargo, siempre existen elementos que
nunca les permiten perder ese “aire de soledad”. Están muy presentes también,
los colores y las texturas dentro de sus descripciones, las cuales, al ser tan
estructuradas y con una carga semántica poderosa, llegan a convertir el relato
en imágenes casi fotográficas y/o cinematográficas. Además, están presentes
dentro de los temas recurrentes: la locura, la muerte, la enfermedad, mostrados
a través de la configuración de personajes contradictorios, imperfectos y
marginales que transitan entre el camino de lo “normal” y la “locura”. En su
obra, Rivera Garza, explora la otredad y los límites humanos. Su prosa es
intimista, hace referencias a objetos, lugares y costumbres que se transforman
en detalles significativos que nos trasladan e involucra al lector con el
contexto.
Detalle. El suicidio de Dorothy Hale. Frida Kalho (1939) |
La matriz discursiva de Nadie me verá llorar
es la tesis doctoral de la autora. Ella lo dice en sus notas finales: “Es un exhaustivo trabajo de investigación,
basado en expedientes clínicos, documentos oficiales, diarios y cartas de
asilados del Manicomio General La Castañeda, que se encuentran en el Archivo Histórico de la Secretaria de Salud
en la ciudad de México”.
En Nadie
me verá llorar se abordan de manera frontal la enfermedad, la locura y la muerte. Rivera Garza construye un discurso en el que conviven
distintas “voces”: lo femenino, lo fotográfico y el mundo de la psiquiatría. Desde siempre, hablar sobre la “locura” ha resultado turbador aunque a veces, dentro de su configuración, posea rasgos ya sean claros o sutiles de un encuentro que se confronta el entorno de
manera contestataria; esto, dota a la obra literaria de un sentido
subversivo, de contracorriente. La autora suele detenerse a menudo por estas referencias históricas
que parecen estancar la narración, sin embargo, al continuar la lectura, la
información, el pasado, los nombres, los lugares, fechas o acontecimientos,
vinculándolos a los hechos y, así, ampliar el panorama y el contexto; sumándole una
incisiva capacidad analítica para examinar realidades exteriores, estado que le
permite recrear atmósferas históricas y sociales con objetividad e
inteligencia.
Edición conmemorativa del 15 aniversario
de su publicación.
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El hibridismo del texto se percibe a través la
abundancia de referencias y gradaciones de una investigación acuciosa alrededor
de La Castañeda, en la que se
incluyen múltiples fragmentos de los
estudios psico-patológicos de los reclusos del manicomio, que es uno de los escenarios
sobre el que gravita toda la estructura de la obra. Las hay también sobre
Papantla, el Tajín y Real de Catorce. Esta información nos llega a través de
sus personajes: Joaquín Buitrago, Paul Kamack, por ejemplo, subordinándolos a
la obra. La novela, a pesar de estar configurada en un realismo acompañado de
un discurso historicista, también contiene elementos que podrían considerarse
como fantásticos, utilizados de tal manera que concuerdan a la perfección con
el discurso de la locura, la desesperanza y la muerte, elementos por demás
humanos y por lo tanto reales.
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