Jana Putrle Srdic |
Jana
Putrle Srdic (Liubliana, Eslovenia, 1975) Es poeta, publicista, traductora y
masajista. Desde la publicación de su primer poemario Membrillos (Kutine, 2003) se dedica también a organizar eventos
culturales en el Centro de Literatura Eslovena. Su segundo libro de poesía Puede pasar cualquier cosa (Lahko se
zgodi karkoli) se publicó en 2007. Participó en numerosos festivales y lecturas
en el extranjero. Fue traducida y publicada en diferentes revistas en nueve
lenguas. Es traductora de poesía contemporánea rusa, inglesa y serbia, y autora
de las traducciones de los libros de poesía de Robert Hass, Ana Ristović,
Sapphire y de Poesía rusa contemporánea. Escribe artículos sobre cine arte para
distintas revistas.
Mujer
en la ventana
Una mujer en el núcleo
de su familia se
escurre hacia el borde
de la sociedad,
una mujer frente a una
pantalla vacía,
en el cubo desnudo de
una galería
es un error
inadvertido, un espacio vacío
en la multitud de
votantes y manifestantes,
nadie la necesita. Ella
está ahí,
arrastrando su pierna
izquierda,
sin saber qué hacer,
espera
que la salve el
autobús, que la salve un email
o alguien que la llame
por teléfono.
En alguna parte extranjera
del mundo, una mujer está
frente a la ventana,
contemplando la nieve
que cae pesada borrando
—la mujer está asomada
a su propio vacío, y en
este desolado espacio
donde nadie la
necesita,
en la incómoda cabeza
vuelta,
en un jersey que es
apenas suyo,
con nieve en los hombros,
intenta conjurar algo
aún irreconocible,
algo sobre una forma
hacia la cual ella
alargará la mano,
la estructura del mundo
que penetra lo visible
sólo a través de las
ramas de árboles y de
finas líneas en el
hielo.
Cuanto llama a la mujer
a la ventana
la mantiene en
silencio. Ella sopesa dar
un paso hacia lo
desconocido.
Su soledad es un detallado mapa de miedos adormecidos.
(Ilustración: Catrin Welz-Stein)
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Desapariciones
A los seis meses de tu
muerte
llamé a tu casa,
nadie atendió el
teléfono y
de repente en el
contestador
me sorprendió tu voz.
Como si los cactus de
la repisa
rodearan mi cama por la
mañana.
Como si contestaras
desde un cubo
rosado de gelatina.
Tu voz
es para mí conocida y
extraña a la vez,
inusualmente resuelta
como la voz
de un hombre de treinta
años que nunca
está en casa y necesita
un contestador,
porque acaba de volver
de handball
y tiene prisa para
llegar a las prácticas de tiro.
Como todos los
tiradores, sabe que en el camino
hacia el campo de tiro
debe fijar la mirada
a través de la ventana
del autobús, siempre en el mismo punto,
en la luna del cielo
del atardecer,
para que después, ante
el blanco,
el corazón le empiece a
latir en círculos blancos
hasta unirlos con su
pulso en un punto,
y apretar entonces el
gatillo.
Una voz
conocida de un hombre
de treinta años en luna
de miel rumbo a Venecia
con una cinta de Glenn Miller
en el coche. Un
sombrero femenino con alas grandes.
Unos pantalones
livianos de verano – al estilo de Gatsby –
que se deslizan por las
rodillas al saltar
dos escalones a la vez
en los puentes.
Canales que apestan,
paredes húmedas,
palomas, le dice a
ella, palomas por todas partes,
y ligeramente prende a
la vez con su encendedor
sonrisas en los
negativos.
Paso al lado de este
alto hombre delgado
con una camisa clara de
verano que no me reconoce
porque aún no existo.
Pienso: cuando grabemos
encima de la cinta
del contestador y tu
voz en mi cabeza
se haga borrosa,
también yo voy a volverme
un poco más
transparente.
Lo fascinante del trabajo de Putrle es su capacidad de
deshilvanar la lentitud de la soledad. (Ilustración:
Catrin Welz-Stein)
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Lentitud
del invierno
Todo te pasa con un
lapso de retraso:
un verso una y otra
vez.
Mil veces el mismo
gesto, el cuchillo sobre las patatas,
la mano a través del
cuerpo.
Haces girar la rueda y
mueves los engranajes.
Nada en especial,
contemplas fijamente
el cristal de tu mesa,
escuchas la respiración
del perro.
A menudo, las cosas sólo
son.
Ella dice adiós con la
mano
cuando pasas,
los coches avanzan con
luz verde
y se detienen con luz
roja.
Todo está por venir o
ha pasado ya:
amor, soledad, trabajo.
Y todo es bueno para
algo,
incluso este maldito
frío
que matará a todas las
garrapatas.
Su soledad es un intervalo de reflexión, de lucidez en
distintas intensidades.(Ilustración: Catrin Welz-Stein)
|
*Traducción: Martín
López Vega.
Jana Putrle Srdic nació en Ljubljana en 1975. |
Buenas tardes Xóchitl: Me agradaría publicar un poema de Jana P Srdic en mi blog, El poeta ocasional, si estás de acuerdo. Te saluda, Pedro
ResponderEliminarwww.elpoetaocasional.blogspot.com