José Emilio Pacheco. Foto: Rogelio Cuellar (1989) |
Un año echando de menos
a nuestro querido José Emilio Pacheco. No nos acostumbramos a estar sin él. Lo
recuerdo con un par de sus poemas:
Presencia
¿Qué va a quedar de mí
cuando me muera
sino esta llave ilesa
de agonía,
estas pocas palabras
con que el día,
dejó cenizas de su
sombra fiera?
¿Qué va a quedar de mí
cuando me hiera
esa daga final? Acaso
mía
será la noche fúnebre y
vacía
que vuelva a ser de
pronto primavera.
No quedará el trabajo,
ni la pena
de creer y de amar. El
tiempo abierto,
semejante a los mares y
al desierto,
ha de borrar de la
confusa arena
todo lo que me salva o
encadena.
Más si alguien vive yo
estaré despierto.
*
La noche nuestra
interminable
Mis paginitas, ángel de
mi guarda, fe
de las niñeras
antiquísimas,
no pueden, no hacen
peso en la balanza
contra el horror tan
denso de este mundo.
Cuántos desastres ya he
sobrevivido,
cuántos amigos muertos,
cuánto dolor
en las noches profundas
de la tortura.
Y yo qué hago y yo qué
puedo hacer.
Me duele tanto el
sufrimiento de otros,
y apenas
intento conjurarlo por
un segundo con estas hojitas
que no leerán los
aludidos, los muertos ni los pobres
ni tampoco
la muchacha martirizada.
Cuál Dios
podría mostrarse
indiferente
a esta explosión, a
esta invasión del infierno.
Y en dónde yace la
esperanza, de dónde
va a levantarse el día
que sepulte
la noche nuestra
interminable doliendo.
Sabes el poema de Presencia me recordó mucho al poema de Nezahuacoyotl y la toltecayotl, flor y canto, muy centrada en esta fugacidad de la existencia humana en la cual sólo nuestros cantos permanecen.
ResponderEliminarYo Nezachualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso deveras se vive con raíz en la Tierra?
No para siempre en la Tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la Tierra:
sólo un poco aquí.
En otro poema el príncipe poeta y arquitecto lo descubre:
No acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
se marchiten y amarillecen,
serán llevadas allá,
al interior de la casa del ave de plumas de oro.
Saludos.