Jung Chang. 25/03/1952. |
Cisnes Salvajes
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*A
los quince años de edad, mi abuela se convirtió en concubina de un general de
los señores de la guerra quien, por entonces, era jefe de policía del
indefinido Gobierno nacional existente en China. Corría el año 1924, y el caos
imperaba en el país. Gran parte de su territorio, incluido el de Manchuria,
donde vivía mi abuela, se hallaba bajo la autoridad de los señores de la
guerra. La relación fue organizada por su padre, funcionario de policía de la
ciudad provincial de Yixian, situada en el sudoeste de Manchuria, a unos ciento
sesenta kilómetros al norte de la Gran Muralla y a cuatrocientos kilómetros al
nordeste de Pekín. Al igual que la mayor parte de las poblaciones chinas,
Yixian estaba construida como una fortaleza. Se hallaba rodeada por una muralla
de nueve metros de altura y más de tres metros y medio de espesor que,
edificada durante la dinastía Tang (618-907 d.C), rematada por almenas y
provista de dieciséis fortificaciones construidas a intervalos regulares, era
lo bastante ancha como para desplazarse a caballo sin dificultad a lo largo de
su parte superior. En cada uno de los puntos cardinales se abría una de las
cuatro puertas de entrada a la ciudad, todas ellas dotadas de verjas exteriores
de protección. Las fortificaciones, por su parte, se hallaban circundadas por
un profundo foso.
Pies de loto, de lirio o vendados. Eran sinónimo de belleza y de feminidad. |
Los pies se fracturaban para que quedaran lo más pequeños posibles. |
*Había
un negocio que si prosperaba: el tráfico de muchachas jóvenes destinadas a los
burdeles o vendidas como esclavas a los ricos. La ciudad parecía alfombrada de
mendigos que ofrecían a sus hijos a cambio de comida. Durante varios días vio
frente a su Facultad a una mujer demacrada, harapienta y de aspecto desesperado
que permanecía tendida sobre el suelo congelado. Junto a ella aguardaba una
chiquilla de unos diez años de edad cuyos rasgos aparecían entumecidos por la
miseria. Del cuello de su túnica surgía un palo sobre el que la madre había
clavado un cartel escrito torpemente: <<Se vende hija por 10 kilos de
arroz.>>"
Imposible ver arrozales y no pensar en lo que escribió Jung Chang sobre ellos
en Cisnes Salvajes
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Cixí, la Emperatriz
*Al
ser viuda, Cixí no podía llevar colores brillantes, ni rojos ni verdes vivos.
Pero incluso las ropas más discretas eran muy coloridas en comparación con la
vestimenta europea. En casa podía llevar una túnica de color naranja pálido y
un chaleco azul claro, con adornos sólo en los bordes, y para una ocasión
especial una de sus prendas favoritas era una túnica azul con brocados y
grandes magnolias blancas bordadas. Katharine Carl, la pintora estadunidense
que pasó 11 meses con ella observó:
Siempre va inmaculada. Diseña sus
propios vestidos […] Tiene un gusto excelente en la selección de colores, y nunca
la vi con un color que le sentara mal, aparte del amarillo imperial. Éste no le
quedaba muy bien, pero estaba obligada a llevarlo en todas las ocasiones
oficiales.
Cixí, emperatriz de China. |
*Como
había muy pocos carros de mulas disponibles, la mayor parte de la corte tuvo
que quedarse atrás. Cixí se llevó al emperador, Guangxu, la emperatriz Longyu,
el heredero, una docena de príncipes, princesas y nobles, y la concubina del
emperador, Jade. La otra concubina, Perla, que vivía en arresto domiciliario
desde hacía dos años, representaba un problema para Cixí. Con la escasez de
medios de transporte, Cixí no quería hacerle un hueco, pero tampoco quería
abandonar a la concubina favorita y cómplice de Guangxu. Decidió usar su
prerrogativa y ordenó a Perla que se suicidara. Perla se negó a obedecer y,
arrodillada delante de la emperatriz viuda, le rogó que le perdonase la vida.
Cixí tenía prisa y ordenó a los eunucos que la arrojasen a un pozo. Como nadie
se ofreció a hacerlo, dio un grito furioso a un eunuco joven y fuerte, Cui, y
le dijo que obedeciera su orden sin más demoras. Cui arrastró a Perla hasta el
borde del pozo y la arrojó dentro, mientras la joven gritaba en vano pidiendo
ayuda.
Cixí era transportada a las audiencias matutinas, rodeada de eunucos con vestimentas de exuberantes colores. En primer plano, Cui a la izquierda y Lianying a la derecha. |
Fragmentos:
Chang,
Jung. Cisnes Salvajes. Circe Bolsillo (1994)
Chang,
Jung. Cixí, la Emperatriz. La concubina que creó la China moderna. Taurus
(2014)
Jung Chang junto con su esposo, el británico, Jon Halliday quien la ha apoyado en sus
investigaciones históricas para los libros.
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