Fernando del Paso, Premio José Emilio Pacheco 2015. |
El
escritor Fernando del Paso recibió el Premio José Emilio Pacheco a la
Excelencia Literaria, el cual otorga la Feria Internacional de la Lectura
Yucatán (Filey) 2015.
Como
si estuviera dialogando con José Emilio Pacheco, quien murió en enero de 2014,
el autor de Noticias del Imperio inauguró la Filey 2015, que en esta ocasión
tiene como invitados especiales a la Universidad Autónoma de Yucatán y al
Gobierno del Distrito Federal.
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Señoras
y señores, querida familia, estimado Rafael Morcillo López, director de la
Filey; estimado jurado del Premio José Emilio Pacheco a la Excelencia
Literaria, distinguida profesora Sarah Poot-Herrera, distinguidos anfitriones
meridenses, queridas Cristina Pacheco y Cristina Ruvalcaba, querido Rafael
Tovar y de Teresa, querida Elena Poniatowska, queridos Vicente Quirarte y
Elizabeth Corral:
No
amo a mi patria. Su fulgor abstracto es inasible.
Así
dice uno de los poemas más hermosos y valientes que conozco, su autor es José
Emilio Pacheco. En seguida el poeta agrega:
“Pero
(aunque suene mal)daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos,
bosques, desiertos, fortalezas, una ciudad deshecha, gris, monstruosa, varias
figuras de su historia, montañas-y tres o cuatro ríos.”
En
esta ocasión, en la que vengo aquí, a Mérida, a aceptar y recoger un premio
literario que lleva tu nombre, José Emilio, quiero aprovecharla para decirte
algunas cosas, a ti que fuiste mi amigo y mi colega durante tantos años y sobre
todo que fuiste un gran poeta por mí admirado, mi querido vate.
Quiero
decirte que yo también amé a tu manera a esa patria de los cuantos bosques y
ríos y de la ciudad monstruosa que fue tu cuna y la mía.
Quiero
decirte lo que tú ya sabes: que hoy también me duele hasta el alma que nuestra
patria chica, nuestra patria suave, parece desmoronarse y volver a ser la
patria mitotera, la patria revoltosa y salvaje de los libros de historia.
Quiero
decirte que a los casi 80 años de edad me da pena aprender los nombres de los
pueblos mexicanos que nunca aprendí en la escuela, y que hoy me sé sólo cuando
en ellos ocurre una tremenda injusticia; sólo cuando en ellos corre la sangre:
Chenalhó, Ayotzinapa, Tlatlaya, Petaquillas.... ¡Qué pena, sí, qué vergüenza
que sólo aprendamos su nombre cuando pasan a nuestra historia como pueblos
bañados por la tragedia!
¡Qué
pena también, que aprendamos cuando estamos viejos que los rarámuris o los
triques mazatecas, son los nombres de pueblos mexicanos que nunca nos habían
contado, y que sólo conocimos por la vez primera cuando fueron víctimas de un
abuso o de un despojo por parte de compañías extranjeras o por parte de
nuestras propias autoridades!
Parece
mentira, José Emilio, que hayan pasado tantos años y todavía no hemos aprendido
a no mancillar ese fulgor abstracto que alimentaba nuestra pasión por la
patria.
¡Qué
pena, sí, qué vergüenza!
Querido
José Emilio: no me preguntes cómo pasa el tiempo; hace poco más de un año que
te fuiste y no tuve oportunidad de hablar contigo de tantas cosas como hubiera
querido. He sido un mal lector de tu obra y me arrepiento. Pero ahora estoy
dispuesto a llenar este vacío con el recuerdo de tus palabras, de tu presencia y
de tu lucidez. Nunca como hoy día me pregunto qué hicimos, José Emilio, de
nuestra patria, a qué horas y cuándo se nos escapó de las manos esa patria
dulce que tanto trabajo les costó a otros construir y sostener. ¡Ay, José
Emilio! Sí, dime cuándo empezamos a olvidar que la patria no es una posesión de
unos cuantos, que la patria pertenece a todos sus hijos por igual: no sólo a
aquellos que la cantamos y que estamos muy orgullosos de hacerlo: también a
aquellos que la sufren en silencio.
Tú
mismo lo dijiste: los pobres, tarde o temprano ellos, en masa, heredarán la
tierra. Tú nos invitaste a admirar su paciencia. Pero... ¿hasta cuándo José
Emilio, hasta cuándo? Ese día no parece llegar nunca: el Apocalipsis, como tú
dices, todavía tiene que dar paso a varios comerciales y el centauro y el
unicornio no han resucitado aún.
Cuando
me enteré que había sido honrado con el premio que lleva tu nombre, José
Emilio, una andanada de recuerdos se me vino encima. Éramos muy jóvenes y
teníamos toda la vida por delante y toda la patria también... ¿Pero qué patria
dime, la de nuestros padres, la de nuestros abuelos o la sola patria nuestra?
Éramos
jóvenes, sí, y teníamos una enorme responsabilidad que cumplir: la de cuidar el
patrimonio que habíamos heredado y cuya integridad se ha visto amenazada tantas
veces. Dime, José Emilio: ¿cumplimos? Hoy que el país sufre de tanta corrupción
y crimen, ¿basta con la denuncia pasiva? ¿basta con contar y cantar los hechos
para hacer triunfar la justicia? ¿Es ético aceptar premios por nuestra obra y
limitarnos a agradecerlos en público, como lo hago en estos momentos? No lo sé.
Pero vale la pena plantear si nuestra posición sirve para algo.
“Algo
se está quebrando en todas partes”, decías en uno de tus poemas. Algo, sí, mi
corazón ante todo lo que sucede a nuestro alrededor, y se quiebran mis
palabras, ¡Ay, José Emilio yo no sé para qué me meto en estos bretes, si
bastaría acudir aquí y aceptar el premio! Pero no puedo quedarme callado ante
tantas cosas que se nos han quebrado. ¿Qué se hizo del México post 68? Qué
proyecto de país tenemos ahora... ¿Qué proyecto tienen quienes dicen
gobernarlo? Me permito citarte una vez más:
“Conozco
tu país –decía el gringo– pasé una noche en Tijuana /éstas son las palabras que
me sé de tu idioma: /puta, ladrón, auxilio, me robaron.”
¿En
qué se diferencian estas palabras de político, autoridad, socorro, me
extorsionaron?
¡Ay,
José Emilio!: ¿Qué hemos hecho de nuestra patria impecable y diamantina.
Insisto José Emilio: no me preguntes cómo pasa el tiempo. Lo que te puedo y
quiero decir ahora es que estoy viejo y enfermo, pero no he perdido la lucidez:
sé quién soy, quién fuiste y sé lo que estoy haciendo y lo que estoy diciendo.
Lo único que no sé es en qué país estoy viviendo. Pero conozco el olor de la
corrupción; dime José Emilio: ¿A qué horas, cuándo, permitimos que México se
corrompiera hasta los huesos? ¿A qué hora nuestro país se deshizo en nuestras
manos para ser víctima del crimen organizado, el narcotráfico y la violencia?
Cristina Pacheco y Elena Poniatowska aplauden a Fernando del Paso quien recibe El Premio José Emilio Pacheco en manos del gobernador de Yucatán. |
¡Ay,
José Emilio! ¿De qué nos sirve recoger aquí y allá premios y reconocimientos
mientras nuestro país se desprestigia ante los ojos del mundo.... mientras
México se mexicaniza para estar de acuerdo con sus películas y las más negras
de sus leyendas?
¡Ay,
José Emilio! ¿Qué vamos a hacer, qué se puede hacer con 23 mil desaparecidos en
unos cuántos años? ¿O son 23 mil 43? ¿Y cómo sabemos quiénes son culpables? ¿O
vamos a fabricar culpables por medio de la tortura, como es nuestra costumbre?
¡Ay,
José Emilio! No sé qué más decirte. No sabes qué triste estoy. Acepto el premio
que tiene tu nombre, porque sé que se me da de buena fe, no sin antes subrayar
que lo más importante en la vida no es recibir galardones –aunque se merezcan–,
sino denunciar las injusticias que nos rodean.
Te
hablo José Emilio, desde luego en español, la lengua que nos fue impuesta a
sangre y fuego por los conquistadores, y que ahora es tan tuya y mía, como lo
es de cualquier habitante de España misma, pero creo que también es una
vergüenza que tengamos que vivir muchos años para enterarnos de la existencia
de más de 60 lenguas en nuestro territorio, por ejemplo el wixárica o kickapoo,
cada vez que el grupo indígena que habla una de esas lenguas sea víctima de un
despojo, de un ultraje a la sacralidad de su territorio, o cuando el río o los
ríos que lo sustentan se vean contaminados por una empresa minera o por la
irresponsabilidad de las autoridades, o por la fracturación salvaje en busca de
petróleo o gas shale que amenaza con consumir millones de litros de sus
reservas acuáticas.
No
me queda José Emilio sino despedirme y para ello utilizaré la segunda lengua
que se habla en esta hermosa ciudad anfitriona de Mérida: el maya: “Nib óolal
José Emilio nib óolal ti’tuláakale’ex kexi’ kak ilikba’ex u láak juntéen le ken
ktia’alinte’ex México tuka’atéehe’. (Descansa José Emilio, descansa, que la
justicia llegará a México con su fuerza y aliento).
Momento de felicitaciones a Fernando del Paso. |
Gracias,
José Emilio y gracias a todos ustedes, espero que nos encontremos una vez más
cuando nuestro país sea de nuevo nuestro.
Y
por si acaso mis palabras no hayan sido suficientemente explosivas, termino con
una auténtica bomba:
Gracias.
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