Carmen G de la Cueva (Sevilla, 1986) |
Carmen
G. de la Cueva consigue ponernos los pelos de punta con cada uno de sus versos,
en los que sentimientos y pensamientos no están bajo tapujos. En
esta selección de seis poemas, nos enfrentamos a la muerte, al tiempo, al
abismo, a las fronteras, al amor, al silencio y a nosotros mismos.
Carmen estudió Periodismo y Literatura Comparada. |
Fragmentos
Sé
que los muertos
huelen
a moho
mi
voz es la voz del pájaro,
su
silencio es mi muerte
si
te pierdes,
busca
asilo en mi boca
donde
está la huida
que
los pájaros vuelan
en
bandada
y
cuando llega el fin
morimos
solos.
*
Carmen G de la Cueva es periodista, editora y poeta, |
Pensamiento cruel
¿Ha
valido la pena destruirse?
Heridas
las manos en el horizonte
sin
poder nombrar el frío
es
la muerte
quien
devora mis raíces.
*
Carmen es cosmopolita, está muy interesada, además de la cultura
española, en la mexicana y la alemana, por ejemplo.
|
Grito en el vientre
Sacudo
el silencio
en vano
oigo
hablar de los límites
cada
sueño es un cadáver
y
qué se yo del miedo
para
qué nombrar el polvo
si
la infancia se filtra
entre
las grietas
si
todo sabe a ceniza
¿dejaré
que las palabras agonicen?
*
A Carmen le encantan las ciudades como Praga y Londres. |
La herida. La sombra
Parece
que no existes
te
escondes adentro
tras
la húmeda frontera
de
la garganta
jadeas
hendida
en la carne
siembras
semillas
en
los huesos
cuando
despiertes será tarde
quedará
el rastro
del
cuerpo donde
una
vez aprendimos
el
hambre y el frío
al
borde de los campos.
*
Ceniza en los labios
El
recuerdo posee leyes
que
van rasgándose como
costuras
solo
quedan las llagas,
el
óxido que viste
los
cuerpos que no ven la luz.
Todo
empieza a ser verdad mientras lo escribo.
Qué
ocurre con la luz,
si
es un abismo o
un
misterio y el tiempo
no
resiste su desgaste.
Callar
no conviene.
No
puedo quedarme
a
esperar si llega
la palabra.
Como todas las mujeres enfermas
Te
daré un motivo. La frontera. Dos. El páramo.
Para
vivir como un pájaro en las lomas
te
daré unas alas. Para salvar los trazos enterrados
te
devolveré unos ojos.
Has
cruzado la ciudad para meterte en la bruma
y
el desierto se traga la culpa.
Respira.
El viento, salpicando tus raíces, te dirá
de
qué está hecho tu vientre.
Antes
de ser una cruz clavada en el desierto
fuiste mujer.
Contaré
los gritos que tus ojos lanzan al barro
dentro
de la tierra
unas manos
y
te preguntas para qué morir si tu vida no vale
si
en la ciudad límite
tu muerte no vale
si
estás al borde del abismo
y
tus gritos no se oyen.
Eres
una cruz
clavada.
Una cruz pintada. Cientos. Eres un error.
Un
camino que guarda el rastro de una enfermedad
creciente.
Caen
silencios sobre las bocas
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