Macanudo de Liniers

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"¿Y si no fuésemos otra cosa que los brazos de una voz?" Decir. Maliyel Beverido

martes, 8 de septiembre de 2015

Vila-Matas y Pitol


Enrique Vila-Matas y Sergio Pitol en el Parque Juárez, Xalapa, Veracruz (2012)
                            

Tantas veces en lugares tan distintos
Enrique Vila-Matas

(Séptima versión de un texto móvil, que aumenta cada vez que me reencuentro con Sergio Pitol en algún lugar del mundo)

Te recuerdo, Sergio, en Veracruz, firmando un ejemplar de "Juegos florales", me lo dedicas así: .

Tantas veces en lugares tan distintos.

Te recuerdo en Barcelona a altas horas de la madrugada, hacia 1968, en lo alto de la avenida de la República de Argentina. Éramos vecinos, nos veíamos de lejos en locales nocturnos, no nos hablábamos, no nos hablábamos nunca cuando tú vivías en Barcelona. El destino había pensado que nos habláramos más tarde, cuando tú vivieras en Varsovia.

Te recuerdo en Varsovia, por donde pasé con una amiga camino de Alejandría en Egipto. Nuestros billetes de avión nos exigían dormir una noche en Varsovia si queríamos a un precio realmente económico -eran las líneas aéreas polacas- llegar a El Cairo. Te llamé por teléfono a pesar de que no nos conocíamos ni nos hablábamos y nos invitaste a almorzar y nos tomamos un vodka muy extraño que alargó mucho la sobremesa y acabamos visitando la agencia de viajes que nos alargó también la salida de Varsovia y nos quedamos en esa ciudad, invitados a tu casa, un mes entero. El resumen de aquel viaje de 1973, viaje iniciático para mi, fue: 30 días en Varsovia y uno en El Cairo. Nunca fuimos a Alejandría.

Tantas veces en lugares distintos.

Te recuerdo en Guadalajara, México, diciembre del 99 cuando recibiste el premio Rulfo y, al agradecer al público, la asistencia a tu homenaje, titubeaste y nos sorprendiste a todo diciendo: “Muchas gracias a todos por su ausencia”

Te recuerdo en Mérida, al pie de los Andes venezolanos, entrando en una farmacia para tomarte la presión. No estaba el farmacéutico pero su hijo de catorce años se ofreció a tomártela, a pesar de que no la había tomado nunca a nadie y yo te recomendé que buscáramos otra farmacia. Te tomó el niño la presión y dijo:“Tiene usted 17,000 de máxima”. Tú palideciste. El niño imperturbable añadió:“debería usted de estar muerto.” Nunca he visto tu rostro tan desencajado. Tuve que acompañarte a una clínica cercana donde pronto se deshizo el entuerto. Siempre es así contigo. No existe el aburrimiento, siempre esa eterna inquietud por algo, siempre un ande contigo entre dos lunas o entre dos frutos que se abren a los espacios absolutos.Siempre es así contigo
  

Tantas veces en lugares distintos.

Te recuerdo en Madrid recordando yo ante el público tu primer recuerdo, escatológico según yo tenía entendido y tú confirmaste. Tu hermano y tu sentados en unas bacinillas en la terraza de un patio interior de la casa familiar; os disponéis a cagar, que es una manera como cualquiera de debutar en el gran carnaval de la vida. Una joven sirviente repite letanías propiciatorias a la liberación de vuestros vientres, y unas abejas se alejan de las tiernas pestilencias y se refugian en las hortensias.
 

Te recuerdo, Sergio en un bungalow, , riendo de manera desaforada al leer "Cómo me hice monja" de César Aira mientras Aira dormía en la habitación de al lado y yo te pedía un helado.

Te recuerdo, Sergio, en Morelia riendo con los tres chinos que participaban en aquel encuentro internacional: un best-seller chino de 40 años, un poeta de 60 años que era una gloria nacional (pero tú sospechabas que era simplemente el comisario político que vigilaba, camuflado como poeta, al novelista de 40 años exitoso) y finalmente un joven traductor de 20 años que daba la impresión de traducir lo que le venía en gana, ya que el poeta chino de 60 años le miraba con estupor y rabia cada vez que traducía al español las palabras chinas. Y te recuerdo, Sergio, expectante la noche en que por fin iba a recitar el poeta sus poemas gloriosos y el maestro Li Chin Fu pronunció unas enérgicas palabras en chino, que el traductor tradujo así: . Sabiduría china, pensamos todos, mientras reíamos contigo, Sergio, que habías adivinado la condición de comisario del poeta, que en esos momentos, al ver que reíamos todos, sospechaba que había sido traducido infielmente por el joven de 20 años, al que seguramente fusilaron a su regreso a Pekín.

Te recuerdo -en este caso te imagino- en Brasilia cuando un 23 de agosto de 1993 te decidiste a enviarme la primera carta de tu vida y, sin darte cuenta, eliges como fecha la misma de la dedicatoria escrita, justo exactamente veinte años antes (un 23 de agosto de1973) en Varsovia, cuando en un ejemplar de "El tañido de una flauta" me mandaste un enigmático mensaje en que me hablabas de Provenza. ¿Veinte años no es nada?

Te recuerdo en Bujara cuando te mostré una fotocopia de tu dedicatoria polaca y de la carta brasileña y esperé a ver qué decías y tú me comentaste únicamente, después de reír bastante, “debió suceder algo...”
.

Tantas veces en lugares tan distintos.

Nos encontramos el año pasado en la Provenza, en Aix, en el homenaje a Tabucchi y perdiste unos anteojos en una librería. Es costumbre tuya perder los anteojos en todos los viajes para -como dice Villoro- poder distorsionar la realidad a tu gusto. En Aix pensé que podía pasar algo raro, ya que estábamos nada menos que en la enigmática Provenza de tu dedicatoria, pero no pasó nada extraño, salvo que cuando te comenté una frase de Canetti que casualmente acababa de encontrar en la librería donde habías perdido y recuperado tus anteojos -- empezó a llover de forma desaforada y, al no encontrar taxi alguno y ante mi temor a que volvieras a perder los anteojos, subimos al autobús.

Te recuerdo, Sergio, en autobús.

Tantas veces en lugares tan distintos.

Te recuerdo la semana pasada en Puerto de Santa María hablado de los diarios personales de los escritores y concentrándote en el de Thomas Mann. Y te recuerdo ayer en Barcelona, donde juntos presentamos "El Viaje" y reímos recodando los recuerdos.

Siempre , siempre ocurre algo en esos encuentros que me animan a seguir adelante en el camino. Eres mi maestro. Ya somos -como dije ayer en Barcelona- el maestro y Margarita. Siempre nos sucede algo. Has ido viajando y perdiendo países, y yo los he perdido contigo. 

Te recuerdo en Xalapa.



*Tomado de: Sergio Pitol. El sueño de lo real. Edición de Domene, Pedro. "Tantas veces en lugares tan distintos" (Enrique Vila-Matas). Editorial UV, 2002


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