Mi padre y maestro
Estela Leñero Franco
Vicente y Estela Leñero |
El
pasado miércoles a las nueve de la mañana mi padre dejó de respirar. Como si
fuera un sueño, nos sumimos en un torbellino de emociones, de dolor, de pena,
de tranquilidad también. El homenaje tan sentido al día siguiente, compartiendo
con hombres y mujeres, familia, colegas y amigos, permitió dimensionar al
hombre que estuvo con nosotros 81 años y que dejó una huella indeleble en
muchos de nosotros y en el devenir del México político, social y artístico.
Vicente
Leñero fue maestro de varias generaciones, ejemplo a seguir, constancia del
compromiso de un escritor en nuestra sociedad y del compromiso de experimentar
en el arte buscando nuevas formas de expresión, transformando la repetición en
proposición.
Como periodista, siguió una línea de denuncia
sin una intención de arengar. La verdad por sobre todas las cosas marcó su
camino. Decir lo que pasa en el aquí y ahora, sentir que la noticia vieja no
vale, que asumir una posición crítica implicaba cuestionar al poder, por lo que
recibió amenazas, boicots, censuras, hasta salir con la cabeza en alto después
del “Golpe a Excélsior” y fundar la revista Proceso para continuar hablando con
la verdad cueste lo que cueste.
Escribió
novelas, guiones cinematográficos, radionovelas y telenovelas; y en cada género
se planteaba nuevos retos. Lo que importa es escribir, decía, porque ahí es
donde está el aprendizaje. En los cuentos de su última época investigó la
mezcla de realidad y ficción; hablar de personajes conocidos por muchos,
confundirnos sin saber qué era inventado y dónde estaba su experiencia.
En el teatro me contagió su pasión por la
escena desde la dramaturgia, y aunque él me decía que eso ya lo llevaba dentro,
él fue el maestro que me enseñó a buscar mi propia voz expresiva; porque la
libertad era otro de sus principios
fundamentales. La libertad de elegir el camino conociendo las herramientas
básicas; estudiando y trabajando. Por eso tenía tantos alumnos y era tan
querido, porque gracias a su generosidad supo desentrañar las capacidades de
los otros para poderlas desarrollar; porque él creía en la riqueza de la
pluralidad, en lo maravilloso de la diferencia.
Como dramaturgo abrió muchas brechas que
indagar: convirtió la nota periodística en teatro con un lenguaje
contemporáneo; jugó con el tiempo escénico y, obsesionado por las estructuras,
como buen ingeniero, las llevó hasta sus últimas consecuencias.
Vicente Leñero en su biblioteca. |
La ausencia de Vicente Leñero, mi padre y de
muchos otros, es un hueco insustituible, a pesar de que “su obra queda para la
posteridad” y a pesar del lugar común que implica la frase. Pero, como me dijo
mi maestro Luis de Tavira al finalizar la ceremonia: él ya no nos hablará desde
fuera porque ahora vive en nosotros y habrá que dejar que su voz se exprese
desde el interior.
Porque Vicente Leñero es para las letras y el
teatro mexicano una presencia, un rompedor de estructuras, un hombre crítico de
su sociedad que a través del testimonio de su vida y su quehacer, sigue
marcando, en nuestro país y nuestros corazones, una ruta subversiva en el
devenir.
*Fuente:
Revista Proceso No. 1988, 6 de diciembre de 2014.
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