Ésta es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo, y
acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada de viento. El hombre se
llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe. Se podría decir que es una historia
de amor. Pero si solamente fuera eso, no habría valido la pena contarla. En
ella están entremezclados deseos, y dolores, que se sabe muy bien lo que son,
pero que no tienen un nombre exacto que los designe. Y, en todo caso, ese
nombre no es amor. (Esto es algo muy antiguo. Cuando no se tiene un nombre para
decir las cosas, entonces se utilizan historias. Así funciona. Desde hace
siglos).
Todas las historias tienen una música propia. Esta tiene una música
blanca. Es importante decirlo porque la música blanca es una música extraña, a
veces te desconcierta: se ejecuta suavemente y se baila lentamente. Cuando la
ejecutan bien es como oír el silencio y a los que la bailan estupendamente se
les mira y parecen inmóviles. La música blanca es algo rematadamente difícil.
No hay mucho más que añadir. Quizá lo mejor sea aclarar que se trata de una
historia decimonónica: lo justo para que nadie se espere aviones, lavadoras o
psicoanalistas. No los hay. Quizá en otra ocasión.
Los haikus son una forma de poesía tradicional japonesa compuesto por
tres versos de cinco, siete y cinco moras. En ellos, el poeta describe una
emoción profunda generalmente provocada por la percepción de la naturaleza,
siempre manteniendo un estilo asimétrico caracterizado por la sencillez, la
austeridad y la naturalidad de sus composiciones.
Seda no solo consigue emular la estructura narrativa de estos versos,
también capta la esencia que los inspira, el aware. Cuando Hervé Joncour
realiza su primer viaje a Japón, Alessandro Baricco consigue transmitir la
nostalgia del personaje por su país natal y, al mismo tiempo, la emoción ante
el descubrimiento de una nueva cultura tan alejada de la influencia occidental.
Esta conmoción espiritual persiste a su regreso a Francia y se incrementa con
cada nueva expedición, convirtiéndolo en un viajero de destino incierto entre
ambos países. El autor ilustra el conflicto existencial de su protagonista a
través de una sucesión de detalles de estética sencilla, pero de gran contenido
simbólico. La huella de los labios en la taza, el retorno de los pájaros, el
roce de la seda… Es decir, la aparente austeridad del texto atesora, en
realidad, una riqueza léxica poco empleada en las novelas occidentales.
Es cierto que la novela de Alessandro Baricco requiere una gran
paciencia, pero la lectura pausada de sus capítulos nos proporciona una
experiencia lingüística irrepetible. De hecho, cuando decidimos retomarla
después de un tiempo, observamos que nuestra percepción de las escenas
descritas es diferente en base a nuestra experiencia. En este sentido, los
capítulos que describen los sucesivos viajes de Hervé Joncour entre los dos
países reflejan ese cambio. El camino no se ha visto alterado por las
circunstancias, pero si el viajero que los recorre. Precisamente, la precisión
de sus descripciones permite al autor centrarse en la historia sin necesidad de
recurrir a diálogos superfluos u otros elementos que pudiesen desviar la
atención del lector, como suele ocurrir en la mayoría de las novelas actuales.
A pesar de esta sobriedad, Alessandro Baricco no descuida el contexto en
el que se ubica la historia, sabiendo reflejar la evolución experimentada por
el país nipón y el contraste cultural, que nos permite introducirse de forma
paulatina en una historia de amor y erotismo de gran complejidad. Si bien, el
tratamiento del argumento conlleva el menosprecio de algunos personajes por
parte del autor. Seda nos describe un triángulo amoroso, la infidelidad de un
hombre hacia su país, su cultura y, por en ende, su mujer ante la atracción que
ejerce sobre él lo desconocido, el exotismo de lo diferente. Con todo, la
presencia de la mujer que despierta su deseo resulta anecdótica, casi
inexistente en contraposición con otros personajes. Esta ausencia condiciona el
resto de la novela, dificultando la comprensión de algunos fragmentos que hacen
referencia al conflicto interno de Hervé Joncour. De hecho, observe la
trascendencia que tienen los escasos diálogos con su esposa frente a la
fugacidad de los encuentros con ella.
Con todo, Alessandro Baricco consigue una novela capaz de estremecer al
lector con la simple caricia de las palabras. La belleza del verso convertida
en prosa a través de un viaje hacia el auto-descubrimiento y la complejidad del
amor, así como las difíciles elecciones que debemos realizar durante su
transcurso. «Seda» es evocadora, sensual y exótica. En definitiva, una
experiencia para los sentidos.
Lo Mejor: La sencillez estética en contraposición con la riqueza
gramatical de los capítulos. La contraposición entre ambas culturas. La
evolución de sus personajes.
Lo Peor: El escaso
desarrollo de los personajes femeninos frente a los masculinos.
Por MariCarmen Horcas
@HorcasC
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