Rosario Castellanos (1925-1974) |
Poesía no eres tú
Porque
si tú existieras
tendría
que existir yo también. Y eso es mentira.
Nada
hay más que nosotros: la pareja,
los
sexos conciliados en un hijo,
las
dos cabezas juntas, pero no contemplándose
(para
no convertir a nadie en un espejo)
sino
mirando frente a sí, hacia el otro.
El
otro: mediador, juez, equilibrio
entre
opuestos, testigo,
nudo
en el que se anuda lo que se había roto.
El
otro, la mudez que pide voz
al
que tiene la voz
y
reclama el oído del que escucha.
El
otro. Con el otro
la
humanidad, el diálogo, la poesía, comienzan.
Escribió poesía, ensayo, cuento, novela y teatro. |
Destino
Matamos
lo que amamos. Lo demás
no
ha estado vivo nunca.
Ninguno
está tan cerca. A ningún otro hiere
un
olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos
lo que amamos. ¡Que cese esta asfixia
de
respirar con un pulmón ajeno!
El
aire no es bastante
para
los dos. Y no basta la tierra
para
los cuerpos juntos
y
la ración de la esperanza es poca
y
el dolor no se puede compartir.
El
hombre es ánima de soledades,
ciervo
con una flecha en el ijar
que
huye y se desangra.
Ah,
pero el odio, su fijeza insomne
de
pupilas de vidrio; su actitud
que
es a la vez reposo y amenaza.
El
ciervo va a beber y en el agua aparece
el
reflejo del tigre.
El
ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
-antes
que lo devoren- (cómplice, fascinado)
igual
a su enemigo.
Damos
la vida sólo a lo que odiamos.
Además fue una incansable promotora cultural, catedrática universitaria y
diplomática.
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Lo Cotidiano
Para
el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
Este
cabello triste que se cae
Cuando
te estás peinando ante el espejo.
Esos
túneles largos
Que
se atraviesan con jadeo y asfixia;
Las
paredes sin ojos,
El
hueco que resuena
De
alguna voz oculta y sin sentido.
Para
el amor no hay tregua, amor. La noche
Se
vuelve, de pronto, respirable.
Y
cuando un astro rompe sus cadenas
Y
lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
No
por ello la ley suelta sus garfios.
El
encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
El
sabor de las lágrimas.
Y
en el abrazo ciñes
El
recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.
Denunció en voz alta las injusticias que sufrían (y siguen sufriendo) los desposeídos
en México.
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Presencia
Algún
día lo sabré. Este cuerpo que ha sido
Mi
albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.
Esto
que uní alrededor de un ansia,
De
un dolor, de un recuerdo,
Desertará
buscando el agua, la hoja,
La
espora original y aun lo inerte y la piedra.
Este
nudo que fui (inextricable
De
cóleras, traiciones, esperanzas,
Vislumbres
repentinos, abandonos,
Hambres,
gritos de miedo y desamparo
Y
alegría fulgiendo en las tinieblas
Y
palabras y amor y amor y amores)
Lo
cortarán los años.
Nadie
verá la destrucción. Ninguno
Recogerá
la página inconclusa.
Entre
el puñado de actos
Dispersos,
aventados al azar, no habrá uno
Al
que pongan aparte como a perla preciosa.
Y
sin embargo, hermano, amante, hijo,
Amigo,
antepasado,
No
hay soledad, no hay muerte
Aunque
yo olvide y aunque yo me acabe.
Hombre,
donde tú estás, donde tú vides
Permaneceremos
todos.
Es una de las escritoras mexicanas más reconocidas a nivel internacional y es
considerada como símbolo del feminismo latinoamericano por defender, de manera
fehaciente, los derechos de las mujeres.
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