“La
poesía no es de nadie: se hace entre todos.” Julián Hernández
“Alta
traición” es el poema más emblemático de José Emilio Pacheco, poema que
vive, junto a Las batallas en el
desierto, en el imaginario de México. El siguiente Inventario encierra la idea de poesía y de literatura
que defendió el autor.
Alta traición. José Emilio Pacheco. |
PAISAJES
Y CATÁSTROFES
José
Emilio Pacheco
En 1966 éramos inocentes del
concepto ahora llamado “intertextualidad” y vivíamos aún bajo el terror que
dominó la crítica mexicana de los cincuenta: la búsqueda obsesiva de
“influencias”. Si uno ponía “ceniza” en un verso, de inmediato le señalaban
“resonancias de Job”. Si hablaba de un “río” el comentario inevitable era:
“sigue de cerca al Neruda de Residencia en la tierra.” Al escribir “Alta
traición” no podía imaginarme que estaba imitando sin proponérmelo a un poeta
con el que trabajé muchos años e hice varias revistas.
Hoy
sabemos que todo texto nace de otro texto. Los orígenes de “Alta traición”
están por partes iguales en mi experiencia íntima e insustituible (los
“puertos” son Veracruz, Coatzacoalcos, Campeche; los “bosques de pinos” los que
rodeaban en mi infancia a la ciudad de
México y ahora han desaparecido o se hallan en agonía; las “fortalezas”,
Chapultepec, San Juan de Ulúa, los baluartes de Campeche; etcétera, y en los
poemas que había leído. La fuente literaria hasta hoy no vista de “Alta
traición” la encontré hacia 1980 en dos poemas de Jaime García Terrés: “Cantar
de Valparaíso”.
¿Recuerdas que
querías ser un poeta telúrico?
Con fervor
aducías los admirables ritos del paisaje,
paladeabas
nombres de volcanes,
ríos, bosques, llanuras
y acumulabas
verbos y adjetivos
a sismos o quietudes
(aun a las catástrofes
extremas del
planeta) vinculados.
Y “Algunos”
Yo no sé muchos
nombres de volcanes o selvas;
esta parte del mundo
para mí representa
unas doscientas
almas (digo
doscientas por
decir) que miran a lo lejos
de distinta
manera cada una
con cierto dejo
de común azoramiento.
Leído
después del terremoto, el primer poema se diría un presagio de la catástrofe.
Apareció en Los reinos combatientes (1961). El segundo salió Todo lo más por
decir (1971) pero es anterior a “Alta traición” y seguramente yo lo había leído
en la Revista de la Universidad o en México en la Cultura. Como creo que el
trabajo literario es colectivo nunca he tratado de ocultar mis antecedentes:
“Cantar de Valparaíso” y “Algunos” figuran en Letanías profanas, la breve
selección de García Terrés que hice en 1980 para la serie Material de Lectura.
LA
PATRIA POBRE Y DESDICHADA
En
1973 hallé un poema de Salvador Espriú que dice mucho mejor lo que intenté
decir en “Alta traición”. Me apropié de él con la ayuda de Ramón Xirau y de un
diccionario catalán-castellano. “Ensayo de cántico en el templo” está en mi
libro de 1976 Islas a la deriva. A una década de distancia la historia
infortunadamente lo ha hecho más actual que entonces y me demuestra que la
poesía sucede cuando otro encuentra las palabras justas para nombrar lo que
pensamos y sentimos. En mi caso fue Salvador Espriú, que nunca estuvo en México
ni vivió entre nosotros los horrores que hoy padecemos:
Harto estoy de
mi vieja tierra,
de mi país
cobarde y salvaje.
Cómo quisiera ir
hacia el norte.
Allí me dicen
que la gente es limpia,
noble, culta,
feliz, rica, despierta.
En la
congregación
me desaprobarían
mis hermanos.
“Como ave que
deja el nido
es el hombre que
parte de su lugar”.
Y yo, a lo
lejos, cómo iba a reírme
de la ley y la
antigua sabiduría
de este mi
pueblo yermo.
Pero no cumpliré
nunca mi sueño
y aquí voy a
quedarme hasta la muerte.
Pues yo también
soy cobarde y salvaje
y amo con un
desesperante dolor
mi patria pobre,
sucia y desdichada”.
José
Emilio Pacheco. Proceso 497, 10 de mayo de 1986, 51-52.
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