Alberto Acerete nació en Zaragoza, España, en 1987. |
Di no a la literatura
Es domingo. Llamaría verano a este exceso
de expectativas, aunque esté a punto de arroparme.
La cama de mis padres suple el terreno
del que se me arrancó. Supongo que me gustaría
hacer justicia al amor que recibí y, por tanto,
seguir echándolo de menos. Pero aquí
no hay nadie más. Diría que estoy bien
ahora que solo escucho una pelota ventana abajo, donde
tres palmos de persiana bloquean el exceso, donde
sobre el colchón, reposo la luz
en cuarentena. Al acelerarse el golpeo,
supongo a un niño botando un balón. Absolutamente,
pienso,
todo se regenera. El edificio de enfrente que bloquea
las nubes, sobre mi cristal,
crea una copia exacta. Me planteo
si empezar un libro y aprovecharme en el espacio. Me
antepongo
a mí, precisamente por eso. Acabo de descubrir que no
necesito
nuevas voces ni vidas fuera; no ahora que he empezado
a aceptarme en la mía. Me giro pensando que ojalá
no vuelva a necesitar la literatura. No volver a
escribir,
lo agradecería tanto. No volver a recordar al hombre.
No obstante,
me duermo asumiendo la realidad
en cada uno de sus términos. Poniéndome a mi altura,
me comunico. Me digo todo pasa y, por muy tratado que
esté el amor,
también se olvida todo.
***
Que la lluvia nos lame las
entrañas
con su lengua que lija, su lengua que araña
y está aprendiendo a cortar.
Que las gotas vivas
nuestro cuerpo traspasan,
como si fuera la caliza
quien las empieza a llorar.
Y que la fuerza y nuestras ganas
buscan riego en el deporte:
rapel, cuerda
y al final el golpe.
Al final
no siempre está el golpe
(al final
no siempre estará tu golpe),
ni aunque el viento sople…
***
Febrero
Cómo explicarte,
si cada día vuelve a ser
y el error ya se me supone,
que no soy yo, sino el amor
el que a tus ojos me hace el mismo.
Y cómo te agradezco.
Cómo secar, papá,
ese dolor por mí
sin atreverme a rozar tu cara.
¿Y como diré,
la culpabilidad
de no poder salvarte?
***
Castilla
habría matado por llamarte
ahora
que mis padres han vuelto a gritar cuando entraba en
casa
ahora
que no he respondido y he pensado
no voy a discutir porque os amo a pesar
de vuestro desprecio
te habría llamado para que me repitieses
que como el amor
el honor y la transigencia son un mar escarpado
contra el que se abocan
las generaciones
lo haría si no te imaginase con tu marido en la playa
te habrías sentido orgulloso de mí
me habrías respondido qué bien
y no habría necesitado recordarte
por ejemplo
cuando mi madre troceó mis fotos de carnet
y me retó a que las tirase a la basura
o cuando mi partida de bautismo
le sirvió para gritar
mi hijo era este
y no la mierda en la que te has convertido
no habría necesitado recordártelo porque
tú lo habrías hecho solo
¿recuerdas lo que te conté?
el otro día
apareció la misma partida de bautismo
y con ella el vocabulario repetido
entre los papeles de mi vida laboral
fue lo único que salvó mi padre
del destrozo
previo al cubo
te habría llamado
quiero llamarte
aún hoy
te llamaría siempre
pero he pensado que quizá nunca estuviste
que tampoco vas a estar
y que de marcar tu número no habría mañana
ojalá pudiese haberte oído
ojalá te hubiese escuchado decir
si bien no
que sientes orgullo
lo mismo que he pensado al rechazar la disputa
gracias
gracias
gracias
por haberme dado la vida.
Para conocerlo más:
Su más reciente libro es Yo quiero bailar |
Cuestionario literario: al poeta Alberto Acerete
12 junio 2015
Su fecha de nacimiento, 1987, conduce a caer en el tópico
y definir a Alberto Acerete como un joven poeta. Sin duda biológicamente lo es,
sin embargo Alberto Acerete tiene a sus espaldas un más que amplio y encomiable
recorrido poético. En 2010 publicó El último verano y, cuatro años después, en
2014 Cartas a la guerra. De entremedio, en 2011, fue incluido en la antología
poética editada por Luna Miguel Tenían veinte años y estaban locos (La Bella
Varsovia). Este año y de la mano de la editora Elena Medel que, con su
editorial La Bella Varsovia, no sólo ha situado a la poesía contemporánea en el
primer plano del mundo cultural, sino que ha conseguido dar reconocimiento,
espacio y visibilidad a las voces más potentes de la poesía actual –Acerete,
Unai Velasco, Luna Miguel, Berta García Faete…- Alberto Acerete regresa con un
nuevo poemario: Yo quiero Bailar. Acerete se inscribe en la tradición de T. S.
Eliot, cuya experimentación con el lenguaje buscaba construir otros mundos
paralelos que, en diálogo crítico con el mundo empírico, permitieran la
supervivencia –la escritura como lugar por antonomasia de la supervivencia- en
un mundo difícilmente soportable, en un mundo que parece haber expulsado a
quienes lo habitan. Acerete lleva a la máxima tensión el lenguaje y, como el
propio Eliot, recurre a la tradición literaria, un tradición de la que se
apropia de forma transversal y equiparando y mezclando tiempos y tradiciones,
para hacer del lenguaje algo más que una mera experimentación: el lenguaje es
el reflejo de la tensión y la imposibilidad de una existencia insostenible, el
lenguaje se convierte en el lugar en el que no sólo expresar, sino también
lidiar con un mundo complejo, un mundo que, como ya alertaban Eliot desde la
poesía, Wittgenstein desde la filosofía y Beckett desde el teatro y la prosa,
ya no puede ser dicho, un mundo que ya no responde a la claridad del lenguaje,
definitivamente derrumbado. La desolación y sobre todo la supervivencia en un
mundo hostil son los ejes de Yo quiero Bailar, un poemario cuyo título es, sin
duda, una declaración de intenciones: a pesar de todo el poeta quiere bailar, a
pesar de todo, el poeta quiere escribir, a pesar de todo, la poesía.
¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
Fastfood y telebasura. Viajar en coche cuando tenía cinco años.
¿Cuál es su gran miedo?
Que confundamos y justifiquemos el
odio y la intransigencia y, además, los consideremos sentido común.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
La sinceridad.
¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso
que confiese mentir)
Cuando no funciona el ritmo de un
poema.
¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas
opiniones por temor al qué dirán?
No. Pero sí por temor a qué me dirán.
¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún
comentario en las redes sociales con plena libertad?
Nunca he tuiteado ni comentado sin plena libertad.
Creo que sobredimensionamos la exposición y la
repercusión de las redes sociales. Que uno publique una tontería no significa
más que eso, una tontería. Continuamente veo cómo la gente se esfuerza en
construir una imagen de sí mismos de la que carecen; culta, sesuda. Una imagen
tan irreal o parcial o condicionada como la que otro —pongamos que yo— puede
dar compartiendo una cosa. Nos obsesiona crear una realidad virtual dentro de
la misma realidad virtual. Nos esforzamos en convertirnos en una profecía
autocumplida. Y a veces, parece ser, funciona.
¿Qué es para usted la libertad?
Un
abrazo de mi padre.
¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta
libertad con respecto a la persona anónima?
Soy
bastante inconsciente con respecto a esto. No me reconozco como una persona
públicamente reconocida, por lo que actúo como una persona inconsciente que no
lo es. A veces, claro, me sorprendo de la magnitud, seriedad e importancia que
otros pueden darle a una estupidez momentánea (la cual es permanente en mi
caso).
¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o
silenciarlas?
Hablar, conversar, respetarse. Pero yo solo veo ganas de aplaudir
aquello con lo que uno ya está de acuerdo y demonizar, a su vez, lo que
abandone lo que uno ya cree y celebra. Veo continuamente (lo veo más en la
izquierda, porque es la posición política más común en los entornos en los que
me muevo —aunque lo supongo igual en la derecha—) cómo se consideran lúcidos,
firmes o profundos análisis políticos —o meras opiniones, ya que confundimos
unos y otros con constancia y ligereza— que no son más que repeticiones de
discursos o, a veces, soberanas utopías o tonterías. Creo que es importante la
posición y exposición política, pero veo continuamente dobles raseros al
evaluar. Me molesta la cultura del insulto, que es ingenio cuando se ejerce
contra lo que nos manifestamos y ofensa cuando ataca aquello que defendemos.
Hay cosas que deberían dejar de apropiarse la derecha o la izquierda. Hay
cuestiones que son de sentido común y, qué sé yo, inteligencia de especie.
Las
redes sociales sirven de encendedor, mecha, comunión y jaleo. También como
punto de encuentro. Pero el compromiso político, económico o social, exigen un
rigor, un trabajo y una extensión y seriedad que exceden las características de
nuestra interacción social —al menos tal y como la estamos desarrollando. El
compromiso político exige perspectiva, capacidad de diálogo y voluntad al
ceder. Yo creo en la construcción común de un sistema, no en la destrucción ni
en la ruptura. Y creo en la capacidad activa y necesaria del individuo. Así que
no me interesa cómo, en general, estamos asumiendo el cambio. Y soy consciente
de que mi postura puede no resultar agradable o jaleable. Pero ese es mi
compromiso político, y así debo asumirlo, exponerlo y sentarme, con él, a
dialogar y buscar zonas comunes. No me interesan, digo, las discusiones de
niños pequeños. Como con la proyección de un ego ficticio en las redes
sociales, me asombra y molesta que a nimiedades se les dé una dimensión y
seriedad que, si somos serios, no tienen. Digo no a un país así. O a una
especie así. Seamos adultos.
¿Activismo público o compromiso privado?
JFK.
Barack Obama. Qué puedes hacer tú por ti.
¿Informarse o ser informado?
Informarse. Cuestionarse. Confundirse. Mejorar.
¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?
Necesaria, interesante, pero condicionada como lo es cualquier
narración. Una especie de cálculo de estructuras.
La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento
transversal?
Conocimiento transversal, a pesar de los esnobs que se pelean por
apropiársela.
¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura
para usted?
No
sé qué no es cultura, pero sí que contra ella va esa postura de canonización y
desprestigio ante qué es y qué no es cultura. A mí me cansa que me digan: qué
curioso lo que ves en la tele y lo que lees o escribes. Como si el
entretenimiento tuviese algo que ver con el arte por definición —aunque muchas
veces converjan. En España nos aterra el entretenimiento. No sabemos disfrutar,
en muchas ocasiones de lo que conlleva. En la cultura del entretenimiento
funcionan bien los arquetipos, las superficies; y estos pueden ser muy
divertidos. Nos debería preocupar más, por ejemplo, cuando campos como la
política terminan siendo folletines y la información sobre esta el ¡Qué me
dices! Si separásemos bien entretenimiento puro de cultura más canónica, si
supiésemos discernir entre unos contextos y otros, y disfrutarlos todos, nos
evitaríamos muchos líos. Arquetipos, lo superficial o la frivolidad también
denotan inteligencia, más si se sabe cómo y cuándo utilizarlos. Yo, por mi
parte, leo lo que deseo; veo lo que me place. Disfruto con todo lo que puedo y,
quizá, decido de dónde quiero y de dónde no quiero adquirir mi formación. La
cultura, por otro lado, se compone —sobre todo con una perspectiva histórica—
de lo que ha dado cuenta de una sociedad. Nos fascina lo cotidiano de Grecia y
Roma, pero nos aterra lo cotidiano de nuestro presente. ¿Qué es y qué no es
cultura? ¿Cuándo?
¿Sus referentes culturales son literarios, musicales,
artísticos, cinematográficos?
Depende de qué, con quién y para qué.
¿Un autor para releer?
Santa Teresa. Andy Warhol. Mario Vargas Llosa, más cada día.
¿Un autor recién descubierto?
No recién, pero casi: NoViolet Bulawayo.
¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo
recientemente visto y que no olvidará?
Los
olvidados de Luis Buñuel. El intérprete de Asier Etxeandía.
La creación, ¿un arte, una pasión o un oficio que se
puede aprender?
Talento, perspicacia, intuición. Pero perspectiva, autocrítica y, ante
todo, trabajo, trabajo y trabajo.
¿Todos podemos escribir un libro?
Sí.
¿Todos podemos publicar?
Sí.
Solo depende de, si no eres tú, alguien que decida invertir su capital en ti.
¿Todos podemos ser artistas?
Parece que sí.
El éxito, ¿personal o profesional?
Profesional. El éxito personal se llama vida.
El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no
necesariamente?
Según el mercado que ejerza de marco. Y sus variables.
¿Cuál considera que es su gran logro?
Haber aprendido a permanecer donde he querido.
¿Cuál es su lema?
En plan travesti radical.
*Cuestionario tomado de: Culturamas
Sobre el autor:
Alberto Acerete (Zaragoza, 1987) es una artista.
Cultiva la poesía, el ensayo y la crítica literaria. Este showman de la po(p)esía española capaz de entusiasmarse igualmente por una
hamburguesa del Vips, el nuevo álbum de Taylor Swift o la novela póstuma de Ana
María Matute.