Autora: Catrin Welz-Stein |
*
En
la contradicción que inunda nuestras mañanas
Respiramos,
es cierto, y el cielo está apacible;
Pero
ya no creemos que la vida sea posible,
Ya
no tenemos la impresión de ser humanos.
La
infancia se ha acabado, se han repartido las cartas;
A
fuerza de costumbre y de renuncia,
Hemos
ahogado los gritos de la pasión;
Nos
encaminamos hacia el fin de la partida.
El
polvo se arremolina sobre el suelo gris, moviente;
Un
golpe de viento surge y purifica el espacio.
Hemos
querido vivir, quedan trazas de ello;
Nuestros
cuerpos aletargados se suspenden a la espera.
*
Cae
la tarde, portadora de paz y de amargura;
La
sangre late en las venas al ritmo aletargado
De
fin de la jornada; los cuerpos están embrutecidos,
Mañana
por la mañana el cielo se cubrirá de bruma.
Un
aire calmo y cobrizo circula entre los cuerpos
Que
se embadurnan en aceite y sonríen a la muerte,
Programados
en sus genes y en sus costumbres,
Una
cometa vacila; ebria de soledad.
Se
paraliza la tarde, el papalote cae;
El
niño está ante ella, contemplando la tumba
Entre
las varillas rotas, los restos de la vela,
En
la perfecta indiferencia de la naturaleza.
El
niño mira fijamente al suelo y su alma se depura;
Haría
falta un gran viento que disperse la arena,
El
redundante océano, el aceite y las carnes miserables;
Haría
falta un viento fuerte, un viento inexorable.
*
Tengo
que echarme
Y
dormir un poco,
Tendría
que intentar
Limpiarme
los ojos.
Dígame
quién soy
Y
míreme a los ojos
¿Es
usted mi amiga?
¿Me
hará usted feliz?
La
noche no ha acabado
Y
la noche está ardiendo
¿Dónde
está el paraíso?
¿Dónde
se han metido los dioses?
Poemas
tomados de Michel Houellebecq, Configuración de la última orilla. Anagrama.
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